Sistema penal de Estados Unidos plagado de injusticias
MIAMI— Las dificultades de acceso a la asistencia legal y la desigualdad socioeconómica ocupan un lugar central en el sistema de justicia penal de Estados Unidos, donde hay un exorbitante número de presos sin condena.
Miles de personas se ven privadas de los derechos humanos más básicos y reciben un trato que las equipara a una “subclase” criminal en lo que parece ser un sistema perfectamente “legal” y “justo”.
Estados Unidos tiene la mayor población carcelaria del mundo con la . En otras palabras, uno de cada 99 adultos están confinados en una celda.
Y Florida se ubica en tercer lugar entre los estados con la mayor población privada de libertad. Se gastan unos 2.700 millones de dólares al año para alojar delincuentes presos por delitos menores.
Los presos estadounidenses no tienen derechos políticos ni voz sobre el trato que reciben, y casi que tampoco tienen organizaciones que los representen.
Una vez que recuperan la libertad, tampoco pueden solicitar asistencia para vivienda ni ayuda económica. Además, deben declarar que estuvieron presos cada vez que presentan solicitud de trabajo.
Según la Oficina de Estudios Judiciales, la falta de políticas de rehabilitación y de acceso a servicios públicos hace que 76 por ciento de los presos tengan probabilidades de reincidir en los cinco años siguentes a su liberación.
IPS conversó con Jean-Claude sobre el terrible periplo que tuvo en el sistema de justicia de Florida. Su familia, que quedó en Haití, desciende de educadores y personalidades influyentes de ese país.
Cuesta creer que con su forma correcta y bien articulada de expresarse pudiera estar casi 10 años preso.
A Jean-Claude lo condenaron por conspiración en base a “evidencia de oídas” en un caso de extorsión, sin “pruebas materiales” para comprobarlo. Él sostiene que es un error desde el punto de vista legal y es un recurso que no debería usarse para condenar a una persona.
En 1998, inició una batalla legal con el estado de Florida que duró 10 años. Todavía está en pleno debate para revisar la legislación sobre el estatuto 777.04 sobre “Tentativa, Incitación y Conspiración”.
A medida que avanzó la acusación, se hizo evidente que se había cometido una enorme injusticia. Después de tres años y medio tras las rejas, comenzó el juicio.
Le ofrecieron un bono de más de un millón de dólares. La solicitud de reducción de pena cayó en oídos sordos, y le fue negada por el tribunal. Su abogado cobró la considerable suma de 15.000 dólares y no hizo mucho para resolver el caso.
Su caso deja en evidencia que pretender contar la historia desde la perspectiva del imputado es excesivamente costoso en el sistema de justicia penal de Estados Unidos. No es un derecho garantizado para sectores con poder adquisitivo bajo y medio. (IPS)
Intricacies of a Broken System: A Convict’s Tale
By Rose Delaney
MIAMI— Inaccessible justice and socio-economic inequality act as core components of the United States criminal justice system.
Thousands of individuals are denied their basic human rights and treated as a criminal “underclass” in what appears to be a perfectly “legal” and “just” system.
The United States currently carries the world’s highest prison population with a staggering 2.3 million individuals behind bars. In other words, 1 out of every 99 North American adults are confined to a prison cell at present.
The state of Florida has the third largest prison population in the country. Over $2.7 billion per year is spent to house criminals for predominantly petty crimes.
U.S. prisoners have no political rights, no say in how they are treated, and almost no groups or organizations to advocate on their behalf.
Once released, they cannot avail of social housing or financial aid. In addition, they must state that they were a convicted felon on every job application they apply for.
According to the Bureau of Justice Studies due to poor rehabilitation and access to services in the public domain, 76% of prisoners will be re-arrested within 5 years of release.
I spoke to Jean-Claude Nöel, a former convict, on his experience within Florida’s criminal justice system.
Jean-Claude is well-poised and notably articulate. His family back in Haiti come from a long line of educators and influencers.
One could scarcely imagine such a man having spent close to 10 years behind bars.
Among other convictions, Jean-Claude was charged with conspiracy based on “hearsay evidence” related to racketeering, with no tangible evidence to prove his crime.
Jean-Claude claims that this is wrongful under the eyes of the law and cannot be used to convict an individual.
In 1998, Jean-Claude embarked on a 10-year battle with the state of Florida. He is still in the throes of a heated debate to revise legislation for statute 777.04 on “Attempts, Solicitation and Conspiracy.”
As the recount of Jean-Claude’s conviction progressed, a gross injustice was made apparent. After three and a half years behind bars, he went to trial.
He was offered a bond of over $1million. His requests for a reduction fell on deaf ears, and were denied by the court. His lawyer charged a hefty fee of $15,000 and did little to resolve his case.
Evidently, telling your side of the story proves exceedingly costly in the U.S. criminal justice system. It is not a right granted to low and middle socio-economic classes. (IPS)