El cambio climático trae vientos de pánico entre los mexicanos
Por Emilio Godoy
MÉXICO— Minerva Montes perdió en 2005 su casa en la isla de Holbox cuando el huracán Wilma azotó la península de Yucatán, en el sureste de México. La reconstrucción de su hogar fue más rápida y fácil que liberarse de las secuelas psicológicas que le dejó la catástrofe.
“Activaron la alarma de desalojo, no sabía qué hacer, empaqué mis cosas y las guardé en la planta baja, porque había escuchado que allí no impactaba el viento. Pero no sabía entonces de los efectos de la inundación”, rememoró.
Esta rescatista de animales silvestres era nueva en la isla, a la que se había mudado apenas un año antes, situada a unos 1.600 kilómetros de Ciudad de México, con unas 2.000 personas y perteneciente al municipio de Lázaro Cárdenas, en el estado de Quintana Roo. Solo hacía unos meses, además, que vivía en la orilla de la playa.
“Lo primero es salvar la vida y que las personas estén en un buen resguardo, allí viene la intervención psicosocial. En lo que nosotros nos fijamos mucho es en el tipo de reacción que tienen ante una situación tan extrema. Hay quienes tienen recursos propios para salir adelante y ayudan a otros y quienes quedan con pánico”: Jorge Álvarez.
Montes, cuyo hijo ya adulto no vivía con ella, se refugió temporalmente en el pueblo de Tizimín, en el vecino estado de Yucatán, a esperar que la emergencia pasara, y mientras regresaba su pareja del exterior. Una semana después, retornó al que había sido su hogar.
“Fue impactante lo que vimos, estaba llena de hoyos por todos lados. Tenía la sospecha de que no iba a encontrar nada (de la casa). No había paredes, solo se salvó el techo. Todo lo que resguardé había desaparecido”, contó a IPS durante un viaje por la península de Yucatán para observar como la población se adapta a los cambios climáticos.
Montes, quien transformó su casa destruida en un pequeño hotel, intuyó que venía lo peor, aunque en su caso no lo defina como miedo. “Queda la sensación de volver a empezar, fue una experiencia dura y dolorosa. No es fácil enfrentar la situación de ser un damnificado”, confió.
El huracán Wilma, que alcanzó una fuerza de categoría 5 por la velocidad de sus vientos y el volumen de lluvia arrojado, para convertirse en uno de los más poderosos del siglo XXI, golpeó la costa atlántica mexicana del 21 al 23 de octubre de 12 años atrás, para proseguir su ruta destructiva hacia la Florida, en el este de Estados Unidos.
Millones de personas comparten peripecias como las de Montes, expuestas a los embates del cambio climático y sus secuelas psicológicas, que requieren atención y pueden convertirse en un problema de salud pública en la medida en que se agudicen las tormentas, las inundaciones, las sequías y las olas de calor.
México, con 128 millones de habitantes, es un país muy vulnerable a las consecuencias del cambio climático.
En total, 480 municipios mexicanos están especialmente expuestos al fenómeno, de los 2.457 en que se divide el país, según un informe del gubernamental Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC). Los riesgos, estimó el estudio, amenazan a más de 50 millones de personas, del total de 128 millones que habitan en el país. (IPS
Climate Change Also Affects Mental Health in Mexico
MEXICO CITY—Minerva Montes lost her home on Holbox Island in 2005 when Hurricane Wilma hit the Yucatan Peninsula in southeastern Mexico. Rebuilding her home was quicker and easier than overcoming the psychological aftermath of the catastrophe.
“They activated the evacuation alarm, I didn’t know what to do, I packed my things and put them on the ground floor, because I had heard that the wind didn’t hit there. But I didn’t know then about the effects of the flood,” she said.
“The first thing is to save lives and get people into safe places. And after that comes the psychosocial intervention. What we pay a lot of attention to is the kind of reaction they have to such an extreme situation. Some people manage to overcome the situation on their own and help others, whole others continue to feel panic.” — Jorge Álvarez
Montes, who is involved in wildlife rehabilitation, had just moved to the island a year earlier. The island, located about 1,600 kilometers from Mexico City and home to some 2,000 people, forms part of the municipality of Lázaro Cárdenas in the state of Quintana Roo. And she had only been living in a house on the edge of the beach for a few months.
Montes, whose adult son no longer lived with her, took temporary refuge in the town of Tizimín, in the neighboring state of Yucatán, waiting for the emergency to pass and for her partner to return from abroad. A week later, she returned to what had been her home.
“What we saw was shocking, there were holes in the ground everywhere. I had the suspicion that I was not going to find anything (of the house). There were no walls, only the roof was still there. Everything I had put away to protect it had disappeared,” she told IPS during a trip through the Yucatán peninsula to observe how the local population is adapting to climate change.
Montes, who turned her nearly demolished house into a small hotel, sensed that the worst was coming, although she did not describe what she felt as fear. “You’re left with the feeling that you’re starting over. It was a hard and painful experience. It is not easy to be the victim of a disaster,” she said.
Hurricane Wilma, which reached a category 5 force due to the speed of its winds and the volume of rain dumped, making it one of the most powerful of the 21st century, hit Mexico’s Atlantic coast from Oct. 21-23, 12 years ago, to continue its destructive path towards the U.S. state of Florida.
Millions of people have suffered the same experience, exposed to the onslaught of climate change and its psychological consequences, which require attention and can become a public health problem as storms, floods, droughts and heat waves become more severe.
Mexico is highly vulnerable to the consequences of climate change.
A total of 480 Mexican municipalities are especially exposed to the phenomenon, of the 2,457 into which the country is divided, according to a report by the government’s National Institute of Ecology and Climate Change (INECC). The risks, the study estimated, threaten more than 50 million people, out of a total population of 128 million. (IPS)