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El milagro de la fe en la historia de Edilberto Pérez

Por Guillermo Rojas y Victoria Lis Marino | Tulsa, Ok

Edilberto Pérez nació en una familia de pescadores en Oaxaca, México, y la lucha por la supervivencia, mezclada con un poco de suerte e inspiración divina lo trajeron, hace 21 años, a Estados Unidos.

Cruzó la frontera en medio del invierno, viviendo varias inclemencias de esas que no salen en televisión, pero convencido de que Dios lo estaba guiando.

“El camino fue muy frio, pasé la frontera en marzo, caminamos un día y dos noches con nieve y frio”, recuerda casi sin querer recordar.

Cuenta Edilberto, que a pesar de llevar la pesca en la sangre – pues su papá manejaba una pequeña cuadrilla de pescadores- su aguda percepción lo impulsó a tomar una decisión crucial: abrazar el cambio antes de que el cambio lo abrazara a él.

“Un día noté que muchos paisanos estaban viniendo para acá; la pesca se ponía cada vez más difícil, y como yo dirigía los equipos de mi papa, me di cuenta de que el negocio no iba a alcanzar, y después de orar por un largo rato, tomé la decisión devenirme; mi papá vendió todo”, dijo con congoja.
En Estados Unidos el cambio le dio la bienvenida con un empleo del que nada sabía así, como quien dice, Edilberto se convirtió en recolector de tomates en la Florida.

“Trabajar en el campo era muy distinto a pescar, en un momento casi me vuelvo a Oaxaca, porque no podía vivir así”

“Trabajar en el campo era muy distinto a pescar, en un momento casi me vuelvo a Oaxaca, porque no podía vivir así, pero justo nos llamaron unos paisanos desde Los Ángeles, y nos fuimos para allá”, dijo Edilberto asegurando haber pagado entre varios $2000 para realizar otro viaje hacia el cambio, uno que parecía no tener fin.

“Una vez ahí me convertí en instalador de alfombras, estuve de ayudante 3 años y después empecé solo”, le contó a La Semana, asegurando que si bien el empleo iba bien, el trabajo requería un cierto sacrificio físico que resultaba devastador. Eran años de vicios, tragos y malas decisiones, Edilberto sentía que malgastaba su vida, y gracias a la bendición de Dios, el cambió le volvió a tocar la puerta.

“Tras 16 años de trabajar con alfombras noté que muchas personas se morían haciendo lo mismo, se lastimaban las rodillas, se enfermaban, se les afectaba la espalda; lo platiqué con mi esposa y le dije que no quería estar toda la vida como instalador, porque iba a envejecer y después no iba a poder hacer nada. Entonces, decidí moverme de lugar, cambiar de oficio y abrir este negocio familiar en Tulsa”, explicó con orgullo.

Edilberto es el flamante dueño de Novedades la Reyna, una tienda donde se vende de todo: accesorios, cobertores, ropa de cama. Es una tienda de variedades emplazada al 1060 de la calle Mingo, donde la gente encuentra siempre lo que le falta.

“Mi tienda es de la comunidad, porque sin ellos, no somos nada”, asegura Edilberto, pero ante todo le agradece a Dios por darle la oportunidad del cambio en el momento preciso para solucionar sus problemas y curar sus deficiencias humanas.

Este padre de cuatro hijos, luchador de corazón, entendió que la vida del inmigrante nace del cambio de circunstancias y se capitaliza y. Hoy, su familia sale adelante gracias a un acto de fe, gracias al riesgo de querer más y cambiar. Por eso Edilberto le dice a los más jóvenes:

“No desperdicien su tiempo y dinero en vicios, porque van a malgastar la vida. Arriesguen, apunten a cosas que estén a su alcance y entréguense a la voluntad de Dios”. (La Semana)