For Some in Kashmir Marriage Equates to Sexual Slavery
Por Umar Manzoor Shah | SRINAGAR, India
Haseena Akhtar tenía solo 13 años cuando un agente matrimonial dijo a sus padres que podían ganar una buena cantidad de dinero si la dejaban casarse con un hombre de Cachemira. El hombre, eso sí, era tres veces mayor que ella, dijo el agente.
Los padres de Akhtar vivían en la región azotada por la pobreza de Bengala Occidental, un estado del este de India, tenían otras dos hijas y, según la tradición, habrían tenido que pagar el costo de sus matrimonios. Entonces dejaron que su hija de 13 años se fuera con el casamentero, de hecho un tratante de personas, por la edad de Akhtar y la venta.
Así fue que Akhtar, que ahora tiene 20 años, terminó en esta ciudad del estado de Jammu y Cachemira, enclavado en el extremo norte de India en la frontera con Pakistán, sin salida al mar y atrapado en un histórico conflicto, cuya agudización llevó al gobierno de Nueva Delhi a despojarle en agosto de la especial autonomía reconocida en la Constitución.
El agente la llevó a una parte antigua de Srinagar, la capital de verano del estado, y fue casada con un hombre de mediana edad y discapacitado.
“Eso no fue un matrimonio en ningún sentido. Fue una pura venta a precio de saldo. Me vendieron a un hombre que no pudo encontrar una novia en Cachemira porque le amputaron la pierna derecha después de ser herido por la explosión de una bomba unos años antes “, dijo Akhtar.
Un año después del matrimonio, dio a luz a una niña y transcurridos 10 años se encontró con tres hijas más y un esposo y unos suegros molestos por no cumplir el anhelo de que les diese un hijo, lo que deterioró gravemente la relación con ellos.
“Era solo una esclava sexual para mi esposo que quería que yo diera a luz a un niño a toda costa. Cuando eso no sucedió, primero fui ridiculizada, luego golpeada y finalmente arrastrada fuera de la casa con mis cuatro hijas”, narró Akhtar.
Uno de los vecinos se apiadó de ella, le proporcionó refugio e intervino para hacer entrar en razón a su esposo y su familia. Una organización de voluntarios también acudió en su auxilio y la ayudó a conseguir trabajo como limpiadora en una empresa privada, con un pago de 100 dólares al mes.
Cuando fracasaron todos los intentos de mediación con sus suegros y su esposo, este la indemnizó con 500 dólares y se divorció de ella.
Con un ingreso tan exiguo y cuatro hijas que mantener, el camino para Akhtar parece estar lleno de obstáculos.
“No sé qué haré ni a dónde iré. A veces me pregunto por qué ser pobre te hace tan vulnerable a todo tipo de explotación”, reflexionó.
La historia de Akhtar es todo menos excepcional en Cachemira.
En la región de mayoría musulmana hay miles de mujeres jóvenes como ella, vendidas en la adolescencia por sus padres a hombres mayores, que viven vidas gobernadas por tantas restricciones que en muchos casos se asemejan a vivir en una cárcel, o algo mucho peor.
La violencia en la región la convierte en un refugio seguro para los tratantes de personas.(IPS)
For Some in Kashmir Marriage Equates to Sexual Slavery

By Umar Manzoor Shah | SRINAGAR, India
Haseena Akhtar was only 13 when an agent told her parents that they could earn a good amount of money by letting her marry a Kashmiri man. The man was, however, three times older than Akhtar, the agent said.
Akhtar’s parents, who lived in the poverty-stricken region of West Bengal (an eastern Indian state), had two other daughters and according to tradition they would have had to bear cost of their marriages. So they let their 13-year-old daughter go with the agent.
Akhtar, who is now 20, ended up here in Kashmir — a landlocked northern region of India caught in the grip of violence and conflict over the past 30 years.
The agent took her to an old part of the city in Srinagar, the region’s capital, and she was married to a middle aged, disabled, Kashmiri man.
“That was not a marriage in any terms. That was a pure selloff. I was sold to a man who couldn’t find a bride for himself in Kashmir because his right leg was amputated after he was injured in a bomb blast some years before,” Akhtar told IPS.
Too many daughters and no boy
A year after the marriage, she gave birth to a girl.
Three more daughters later, and the strong desire by both her husband and her in-laws for a son and grandson was not fulfilled.
By the age of 18 Akhtar was mother to four daughters and relations with her husband and her in-laws had deteriorated.
“I was nothing less than a sex slave for my husband who wanted me to give birth to a boy. When that didn’t happen, I was first ridiculed, then beaten and then dragged out of the home along with my daughters,” Akhtar said.
One of the neighbours provided her with shelter and intervened to talk to her husband and his family. A volunteer organisation also came to her aid and helped her get work as a cleaner in a private firm, earning $100 a month.
When efforts to remedy things with her in-laws failed, Akhtar’s husband paid her $550 and divorced her.
With a meagre income and four daughters to support, the road ahead for Akhtar looks filled with hurdles.
“I don’t know what I will do and where I will go. I sometimes wonder why being poor makes you vulnerable to all kinds of exploitation,” she said.
It’s so common, its socially acceptable.
Akhtar’s story is not unique here.
In Kashmir there are thousands of young women like her, sold in their teens by their parents to older men, who are now living lives governed by restrictions which many equate to imprisonment.
Infested with violence and Islamist militancy, Kashmir is becoming a safe haven for human traffickers. (IPS)
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