LifestyleSociedad

Cómo influyen los alimentos en el estado de ánimo de las personas / Health Check: how food affects mood and mood affects food

Todo parece indicar que una malnutrición predispone a la aparición de cuadros depresivos, ansiedad y estrés. Los detalles y los alimentos que se recomiendan para evitar malestares

Con la pandemia, los hábitos y costumbres de la población sufrieron cambios abruptos, en especial con respecto a la alimentación. Lo cierto es que en muchas ocasiones esto puede significar una situación estresante para muchos en donde la comida puede ser una de las formas más fáciles e inmediatas para levantar el ánimo y sentirse mejor.

Debido al sedentarismo que supone este confinamiento, son muchos los expertos que coinciden en que comer emocionalmente muchos alimentos con poca nutrición puede debilitar el sistema inmune y empeorar el estado de ánimo en un momento en el que proteger el cuerpo y mantener una actitud positiva es particularmente importante.

¿Cuál es la relación entre el estado de ánimo y la alimentación? De acuerdo a Sebastián Soneira, psiquiatra de trastornos alimentarios y psiquiatra nutricional de FLENI, en el marco de la charla ¿Lo que comemos puede influir en nuestro ánimo?, la interacción entre la depresión y la nutrición viene por diferentes lados: “Está comprobado que los síntomas depresivos están relacionados con ciertos síntomas alimentarios. Lo clásico en la depresión es la pérdida del apetito. Sin embargo, algunas se dirimen con un factor diferente, y al estar deprimidas experimentan un aumento del apetito o el deseo de comer ciertos alimentos”.

Por este motivo, el especialista aseguró que cuando un paciente va al nutricionista es vital que el profesional descarte o identifique si el paciente tiene depresión. “Hay distintos elementos que hacen sospechar a un nutricionista sobre un paciente y su estado de ánimo. Debemos pesquisar sobre el orden alimentario y en el caso de que haya desorden, que hay mucho, es importante descartar la conducta de atracón o trastorno”, explicó Micaela Cusato, licenciada en nutrición del servicio de Psiquiatría del Fleni.

En este sentido, la especialista distinguió dos tipos de hambre: “El hambre real es cuando uno siente en el cuerpo ese déficit de energía y hasta sentimos ese ruido en la panza. Es vital entender que el hambre real no es selectivo. Por otro lado se encuentra el hambre emocional, que son situaciones específicas donde aparecen esas ganas abruptas de comer algo específico. Y justamente, estamos rodeados de ese hambre emocional todo el tiempo”.

Es que aunque la comida hace que las personas se sientan mejor al liberar esos neurotransmisores en sus cerebros, el efecto desaparece rápidamente. Para dejar de comer emocionalmente, una sugerencia podría ser preguntarse antes de ingerir algo “¿Estoy a punto de comer/beber porque tengo hambre/sed física o porque me siento estresado o triste?”. Una respuesta sensata y a conciencia evitará consumos poco saludables.

Además de causar sentimientos de culpa, está demostrado que comer alimentos altamente procesados y bebidas con mucha azúcar puede causar inflamación corporal que aumenta la fatiga, la ansiedad y la depresión.

En este contexto, con las familias en sus casas la mayor parte del día, los siete días de la semana, la alimentación se volvió protagonista: están todos en la mesa para las cuatro comidas (que no siempre se hacen en los horarios “normales”), por aburrimiento -o para pasar el rato- se cocina más, y con la extensión de la cuarentena, muchos advirtieron con preocupación cómo la ropa comenzaba a quedar más justa y la balanza a acusar recibo de los “desarreglos”.

“En la cuarentena han aumentado muchísimo los sucesos de ansiedad. Y es que con el tema del confinamiento muchas cosas que generan placer y que no estaban permitidas realizar recaían en la alimentación, entonces si uno no mantiene una alimentación ordenada, variada puede traer un desorden que lleve a un aumento de peso que va de la mano de factores como la depresión, la ansiedad, el estrés, entre otros”, enfatizó Cusato.

La obesidad y la depresión, de acuerdo al psiquiatra, son dos caras de la misma moneda: “Está demostrado que las personas con obesidad tienen mayor índice de depresión que la población con peso normal. Cuanto mayor es el peso, mayor es la correlación. A más kilos, mayor intensidad del ánimo deprimido. Esto tiene que ver con múltiples factores. Uno, de hecho el más común, el estigma social sobre la persona con obesidad. Es importante entender al sujeto como un sujeto complejo, no es una cuestión de fuerza de voluntad, es una patología que muchas veces no se entiende como tal.

Sin embargo, la obesidad no es el único factor que coincide con la depresión y la ansiedad; una malnutrición predispone también la aparición de cuadros depresivos. “Esto es relativamente nuevo. Hoy en día hay una disciplina psiquiatría nutricional que en los últimos años está entrando en vigor relacionado a estudiar lo que se come, la calidad con la repercusión psiquiátrica”, apuntó Soneira.

“La dieta occidental clásica, que es la que se lleva a cabo en la mayoría de los países occidentales, modernos y con un estilo de vida acelerado se asocia con niveles de inflamación sistémicos muy altos. La inflamación no quiere decir lo mismo que en el término coloquial, sino con la inflamación como circuito metabólico no se puede ver. Ese tipo de alimentación que se relaciona con comida ultra procesada, carbohidratos, entre otros, se asocia con un patrón inflamatorio sistémico no visible y con la génesis de la depresión”, comentó Cusato.

¿Qué tipo de alimentación sería mas adecuada? “También se pudo ver que la dieta mediterránea, es decir, aquella que tiene elevada cantidad de alimentos como el omega 3, que está presente en los pescados grasos como el salmón, las frutas secas, frutas y vegetales, tiene un cierto patrón nutricional que se asoció con un factor de protección, es decir que baja el riesgo de desarrollar enfermedades como Alzheimer y enfermedades como la depresión, ansiedad, entre otras”, apuntó la nutricionista.

Este tipo de alimentación, de acuerdo a Soneira, mejoró la respuesta de la depresión casi igual que los antidepresivos: “Ofició como un antidepresivo natural. No tiene que ver con magia ni con buena voluntad. Hay moléculas que son muy beneficiosas para el cerebro y el cuerpo. Si uno puede mejorar el incremento de este tipo de alimentación puede esperar resultados positivos”.

Health Check: how food affects mood and mood affects food

Eating good food promotes overall health and well-being, but what you eat may also impact how you feel. Research suggests that not only can the food you eat affect your mood, but that your mood may influence the foods you choose to consume.

QR code provided
by Scandiscs

Enjoying a wide variety of vegetables, fruits, nuts, seeds, wholegrain cereals, legumes, low-fat dairy, lean meat and oily fish, for instance, is associated with reductions in mood swings, depression and anxiety.

And the opposite holds for a diet based on foods high in refined sugar (think lollies), one that combines high levels of sugar and fat (cakes, for instance, or pastries), or involves high intakes of caffeine or alcohol.

Highs and lows
Basically, the nutrients found in healthy foods appear to work together to cause the brain to produce the “feel-good hormone” serotonin, which is associated with improved mood and feelings of relaxation.

And eating foods that maintain a steady blood-sugar level within the appropriate range, such as wholegrain cereals, helps to stabilise mood. But how does your mood affect the foods you select?

Results of research on the connection between food selection and poor mood are reasonably consistent − people in a negative frame of mind are more likely to choose sugary, fatty or salty – indulgence or comfort – foods rather than nutritious ones.

Indulgence foods may boost energy and improve mood in the short term but these positive effects are usually fleeting. For some people, such effects can often be followed by guilt (because we know those foods aren’t good for us) and a consequent drop in mood. This can trigger more bad eating and set up a vicious circle.

Better ways of overcoming negative thoughts include exercising, which has been shown to improve mood by reducing anxiety and stress, or doing fun things such as watching a film, listening to music or visiting friends. Such activities not only enhance mood, but also assist with controlling indulgence food intake.

The right frame of mind
The connection between food selection and positive mood (if there is one) is still unclear.

Research suggests people in a good mood are more likely to prefer nutritious foods that are low in sugar, salt, and fat, and to focus on the long-term benefits of these healthy foods. But other studies point to the potential for people in a good mood consuming comfort foods, or overeating.

There’s also evidence suggesting some people in a positive mood are more likely to choose healthy foods if they feel their good mood is going to last. If not, they may be more likely to choose indulgence foods to sustain positive feelings.

Other research indicates that regardless of mood, long-term, future-focused thinking can lead to healthier food choices. And there’s evidence for gender differences in the effects of mood on consumption of comfort foods.

One study found that women are more likely to eat indulgence foods when they’re feeling depressed, lonely or guilty. While men are more likely to turn to soups, pasta and steaks as a reward when they’re feeling upbeat.