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Los clavadistas de Acapulco, la esencia de la ciudad dorada / The Acapulco divers, a snapshot of the golden city

Por Guillermo Rojas y Victoria Lis Marino

Acapulco, Mexico- Acapulco es una de las ciudades más hermosas de la costa del Pacífico. Allí por los años 80’, el lugar elegido por los principales artistas del mundo para pasar sus vacaciones, y la parada obligada de cruceros más lujosos. Con sus playas tropicales, sus noches de ensueño y su glamour la ciudad era la perla de México. Pero nada sería de Acapulco sin una de sus principales postales “La de los Clavadistas de la Quebrada”, esos jóvenes que dedican sus vidas a saltar de cabeza desde los riscos para caer en el mar azul a muchos metros de profundidad y divertir así a los turistas que premian su osadía.

La Semana visitó recientemente la Quebrada donde conoció de primera mano el habitat de los clavadistas, su historia y la necesidad del turismo para su sustento.

“Esto hace muchos años era una zona de pescadores donde los anzuelos se atoraban mucho, cuando eso pasaba los pescadores se tiraban al agua, y con el tiempo, el impulso se volvió un pasatiempo”, contó Julio César Lorenzo Flores, vigilante en la Quebrada.

Lo que inició como un desafío se convirtió en deporte profesional, en el que los clavadistas se lanzan desde más de 35 metros de altura a una profundidad de 4 metros.  “Si no miden bien, llegan descalabrados de la cabeza, por eso hay que medir la ola antes de lanzarse”, aseguró Flores. “Hasta el momento no hemos sacado muertos de aquí, si se han reventado tímpanos, se han quebrado las manos, porque caen mal, pero nada más”, explicó el vigilante.

En la Quebrada hay 70 clavadistas fijos, entre los cuales están también los hijos de Flores, Julio, Victor y Javier, que se turnan para saltar. “Cuando los chamacos estaban arriba y vi por primera vez que se iban a tirar sentí una terrible presión porque estaba aterrado de que cayeran mal, y se empezaron a lanzar y grité ¡Dios!”, confesó Flores. Para el vigilante y su familia hacer clavados está en los genes, “es tradición familiar, mi suegro era clavadista, mis cuñados, y ahora mis hijos”, contó. “Lo que les digo es que traten de caer bien, que aprieten bien el cuerpo, porque es peligroso. Ahí no se puede jugar. Y como hay ahí arriba una virgencita ellos se persignan antes de tirarse”.

Para ser clavadista hay que tener coraje y muchas horas de práctica, preferiblemente de lunes a lunes, porque es un trabajo que se paga. “Los clavadistas tienen un sueldo, detrás de esto hay una asociación que administra el dinero para pagarle a los muchachos, pero no alcanza y siempre se necesita propina”, reconoció Flores.

Los clavadistas siguen allí, en la Quebrada, sólo que ahora están solos, esperando que las gente los venga a ver. “Ahora con la pandemia no hay nada, en todo Acapulco bajó mucho el turismo, estuvo todo cerrado de marzo a junio, y la pasamos duro, mucha gente que tiene negocio tuvo que cerrar, y ahorita recién se empieza a componer”, expresó Flores con congoja. “Antes cuando no había pandemia la gente venia a pasear aquí, a sacar fotos y hacer programa, pero ahora hay que controlar la cantidad de gente, y entonces nadie se queda”, dijo el vigilante.

Acapulco está cambiando, se recompone y vuelve a mostrarle su cara más bonita al Pacífico, mientras tanto la postal se mantiene detenida en el tiempo, y un clavadista en cámara lenta cuenta los segundos que lo separan del agua.  “Que vengan a visitarnos como hacían antes, es una enorme fuente de dinero para todos los clavadistas, nos alivianan mucho la carga”, urgió Flores a todos los americanos, a la espera de un milagro. (La Semana)

Julio César Lorenzo Flores, vigilante en la Quebrada y padre de tres clavadistas

The Acapulco divers, a snapshot of the golden city

By Guillermo Rojas and Victoria Lis Marino

Acapulco, Mexico- Acapulco is one of the most beautiful cities of the Pacific Coast. Throughout the 1980’s it was chosen by the best-known artists to spend their holidays, and soon became the most precious stop of the best cruise lines. Its tropical sandy beaches, the endless luxurious nights and the glamour of a city that did not sleep made Acapulco Mexico’s pearl.  But the city would be nothing without the divers of La Quebrada, those young men that spend their lives plummeting from high cliffs into the blue ocean to entertain the tourists that encourage their audacity.

La Semana visited La Quebrada recently and became acquainted with the divers, their history and their dependence on tourism to survive.

“Decades ago, this place was a fishing area where hooks got stuck easily. When that happened, fishermen would dive into the water, and with time, jumping turned into a hobby,” said Julio César Lorenzo Flores, part of the security team in La Quebrada.

What started as a challenge suddenly became a professional sport in which divers jump from a 35-meter-high cliff into a depth of 4 meters.

“If they don’t measure properly, they break their necks, which is why it’s so important to measure the wave before jumping,” Flores explained. “So far no one has died, divers have broken their hands after a bad fall and even punctured their eardrums, but nothing else.”

Today, La Quebrada has more than 70 divers ready to jump, and among them are Julio, Victor and Javier, the sons of Señor Flores.

“When the kids decided to jump for the first time and I saw them up there I felt a terrible pressure in my chest,” Flores confessed. “I was terrified they would miss the fall, but they just jumped and I cried ‘Oh God!’”

But diving runs in the genes of his family and in the Acapulco sea.

“For us this is family tradition — my father-in-law and brothers-in-law were divers, and now my children,” he said. “The only thing I tell them is to try to land smoothly, to squeeze the body very tight because its really dangerous down there, and one cannot play with life. But there is a little image of Mary on the cliff and they cross themselves before jumping.”

Divers need several things to succeed, among them extreme courage and lots of hours of practice.

“This is a job, and divers get paid through an association that administrates the business, but the money is never enough and they end up depending heavily on tips,” Flores said.

The Acapulco divers are still there In La Quebrada, just like 80 years ago, but now they feel lonely, they are waiting for the people to come, for old times’ sake.

“Now, with the pandemic there is nothing. Tourism is very low as the city was shut from March to June. We had a rough patch — those that own small businesses had to close their doors, and now we are trying to get going again,” Flores acknowledged sadly. “Before the pandemic, people came here to spend the day, to take pictures, to have a drink, but now we have to limit the quantity of people in the place and nobody stays.”

Acapulco is changing, trying to get back on its feet to show its best postcard image to the world. In the meantime, the divers are suspended in time, counting in slow motion the seconds that separate them from the water.

“I hope they can come and visit us like before. Tourists mean a lot to divers, they lessen our burden,” urged Flores, sending a message to all Americans while hoping for a summer miracle. (La Semana)