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DeSantis y Trump, cortados por la misma tijera antiinmigrante / DeSantis and Trump: Anti-immigrant figures cut from the same cloth

Por Maribel Hastings y David Torres | WASHINGTON, DC

A simple vista no parece existir relación alguna entre la ley antiinmigrante SB 1718, que entra en vigor en Florida el 1o de julio, y el décimo aniversario de la aprobación en el Senado del proyecto S. 744, el último intento de impulsar una reforma migratoria que luego pereció en la Cámara de Representantes de mayoría republicana por negarse a considerarlo. Ese plan se aprobó el 27 de junio de 2013 con un voto bipartidista de 68-32.

Pero sí hay una relación, pues ante la ausencia de una reforma migratoria uniforme a nivel federal, los estados, particularmente los gobernados por republicanos más interesados en politiquear que en presentar soluciones sensatas a los problemas migratorios, optan por impulsar propuestas como la promulgada en Florida por el gobernador Ron DeSantis. El republicano aspira a la nominación presidencial prometiendo que, de ser el nominado y resultar electo, llevará a nivel nacional lo que ha hecho en Florida.

Ese intento de reforma migratoria de hace 10 años, como muchos otros, para evitar que Estados Unidos diera la espalda a su propia esencia inmigrante habría sido la plataforma perfecta para convertir a esta nación en una potencia más allá de lo humanitario y sensato en términos sociales y económicos; pero el ala más recalcitrante entre los antiinmigrantes y xenófobos canceló toda posibilidad y, en ese sentido, dio paso a la creación de posturas incluso más radicales que a lo largo de todos estos años han dado como resultado la formación de cuadros políticos que enfocan en los sectores más vulnerables la vileza de sus propuestas impregnadas de racismo.

En efecto, la SB 1718, aun sin ser implementada, ya ha generado una crisis humanitaria entre los indocumentados de Florida quienes, ante el temor, han empezado a abandonar casas, trabajos y pertenencias para mudarse a otro estado. Eso a su vez repercute en la economía cuando esos indocumentados deciden dejar sus trabajos en diversas industrias clave del estado, como la agricultura, la construcción, así como el sector turístico y hospitalario.

Ese tiro que se ha dado en el pie el gobernador y quienes lo apoyan en Florida y en otras partes del país ha obligado a empresarios locales y estatales a sonar las señales de alarma, pues sus negocios se han visto directamente afectados por la ausencia de mano de obra que tenían contratada. Esto, a su vez, ha puesto al descubierto que la fuerza laboral indocumentada en ese estado, como en el resto de la nación, es un factor clave del desarrollo económico-financiero, y quienes los contratan lo saben. Esa hipocresía les está costando caro, ahora que los migrantes han decidido abandonar un estado que no los quiere ahí.

La situación se complica más cuando figuras como DeSantis deciden emplear y normalizar la retórica de supremacistas blancos en el discurso migratorio; esto es, referencias a las “fronteras abiertas” y a que “hay que detener la invasión” de indocumentados. Utilizar estas frases ya ha tenido el efecto de influir en desequilibrados que deciden tomar acción para detener la supuesta “invasión”, y las consecuencias han sido mortales.

En 2019 en El Paso, Texas, el racista blanco Patrick Crusius disparó en una tienda Walmart con una clientela mayormente hispana con un rifle AK-47 matando a 20 personas e hiriendo a otras 26. El lugar elegido por este joven de 21 años no fue casualidad porque, según él mismo escribió en un manifiesto, “este ataque es en respuesta a la invasión hispana en Texas”. Durante los años recientes han abundando ejemplos similares del odio racial motivado por teorías conspirativas de nacionalistas blancos normalizadas por figuras republicanas como el expresidente Donald Trump y por quienes aspiran a su trono como el más antiinmigrante, como es el caso de DeSantis.

Su pupilo DeSantis ahora copia el mismo libreto de Trump y el lunes lo hizo suyo presentando su plataforma migratoria en Eagle Pass, Texas. Y aunque ahora se odien, pues compiten por lo mismo, están cortados por la misma tijera antiinmigrante. Dios los cría y ellos se juntan. (America’s Voice)

DeSantis and Trump: Anti-immigrant figures cut from the same cloth

Washington, DC – At first glance, there doesn’t seem to be any relationship at all between the anti-immigrant law SB 1718, which takes effect in Florida on July 1, and the tenth anniversary of Senate passage of S. 744, the last attempt to advance immigration reform, which later perished in the Republican-majority House of Representatives that refused to consider it. The bill was approved on June 27, 2013 in a bipartisan vote of 68-32.

But if there is a connection, it’s that due to the absence of uniform immigration reform at the federal level, the states—particularly those governed by Republicans more interested in politicking than presenting sensible solutions to migration problems—opt to advance proposals like the one promulgated in Florida by Governor Ron DeSantis. The Republican is aspiring to the presidential nomination by promising that, after being nominated and then elected, he will take what he’s done in Florida to the national level.

The attempt at immigration reform ten years ago, like many others, to try to ensure the United States doesn’t turn its back on its very immigrant essence, would have been the perfect platform to make this nation a humanitarian power, sensible in both social and economic terms. But the most recalcitrant wing of anti-immigrants and the xenophobes canceled this possibility, and led to even more radical positions over these many years, formed by political cadres that focus the vileness of their proposals, filled with racism, on the most vulnerable sectors.

Essentially, SB 1718—even before its implementation—has already generated a humanitarian crisis among undocumented people in Florida who, in light of this fear, have begun to abandon homes, jobs, and belongings to move to another state. This in and of itself has economic repercussions when these undocumented immigrants decide to leave their jobs in diverse industries that are crucial to the state, such as agriculture and construction, as well as tourism and hospitality.

This shot in the foot that the Governor and his supporters in Florida and other parts of the country have given themselves has led local and state business owners to sound alarm bells, since their businesses have been directly affected by the absence of the undocumented workforce that they had hired. This, in turn, has led to the discovery that undocumented immigrant workers in this state, as in the rest of the nation, are a key factor in economic-financial development, and those who hired them know it. Their hypocrisy is costing them dearly, now that migrants have decided to abandon a state that doesn’t want them there.

The situation becomes even more complicated when figures like DeSantis decide to employ and normalize the rhetoric of white supremacists in immigration discourse—such as references to “open borders,” and needing to “stop the invasion” of undocumented people. Using these phrases has already had the effect of influencing unbalanced people, who decide to take action to stop this supposed “invasion.” The consequences have been deadly.

In 2019 in El Paso, Texas, the white racist Patrick Crusius fired an AK-47 rifle into a Walmart store with a largely Hispanic clientele, killing twenty people and injuring twenty-six others. The place chosen by this young, twenty-one year old man was no accident because, according to what he wrote in a manifesto, “This attack is in response to the Hispanic invasion in Texas.” In recent years similar examples of racial hatred, motivated by white nationalist conspiracy theories and normalized by Republican figures like ex-President Donald Trump and the most-anti-immigrant aspirants to his throne, such as DeSantis, have abounded.

His pupil, DeSantis, is now copying the same playbook as Trump, and on Monday he presented his immigration platform in Eagle Pass, Texas. And while they hate each other now, they are competing for the same thing. They are cut from the same anti-immigrant cloth. Birds of a feather flock together. (America’s Voice)