‘Espero estar en el mejor país del mundo’ / “I hope to be in the best country in the world”
Por Maribel Hastings y David Torres | WASHINGTON, DC
Lixania Rodas, venezolana, nieta de migrantes españoles, emigró ella misma por necesidad. Dejó atrás la Venezuela que su abuelo hizo su hogar y a la que llamó el mejor país del mundo, mismo al que Lixania afirma no querer regresar “más nunca”.
Ahora Lixania es asilada en Estados Unidos, aunque unas trabas burocráticas han retrasado, de momento, la renovación de su permiso de trabajo. Su historia es personal y es a la vez la misma de otros como ella que cruzan naciones, selvas, desiertos, ríos y mares para llegar a la tierra prometida, Estados Unidos, en busca de seguridad, trabajo y un mejor futuro.
Es la suya, literalmente, una historia que muestra de manera real el rostro humano de la migración, ese que se repite una y un millón de veces en las vidas humanas que se desplazan alrededor del mundo huyendo de persecución, falta de oportunidades, pobreza, hambre y un sinfín de circunstancias que ponen a prueba la condición humana en todo momento.
Lixania es una de las más de 7.7 millones de personas de origen venezolano que se desplazan en este momento por el mundo en busca de un mejor lugar para vivir, según cifras de la Plataforma de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes de Venezuela, liderada en conjunto por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
La travesía de Lixania se inició en 2019. En su país era una comerciante y activista, como ella misma dice, abogando por la libertad. Ese activismo hizo que un 17 de septiembre de 2019 saliera de su país en forma inmediata con uno de sus hijos. Llegó a México procedente de Colombia un 19 de septiembre y fue en la garita de Nogales donde solicitó asilo, ciudad donde recibió apoyo de la Iniciativa Kino para la Frontera, a la que, dice, “no tengo cómo pagar por el apoyo que nos dieron, no solo a nosotros, sino a todos los migrantes que llegan ahí”. Se les aplicó después la política de “Quédate en México”, y luego, en medio de la pandemia, no podían trabajar aunque tenían permisos de trabajo.
Las citas de seguimiento a su petición de asilo la llevaban de Nogales a El Paso-Ciudad Juárez. “Viajábamos más de 16 horas en un autobús.Teníamos que llegar a las 3 de la mañana al peaje, al puente, y ahí nos encerraban tres o cuatro días. Era una tortura increíble”, narra.
Los meses transcurrieron y un 19 de abril de 2021 son trasladados a Nueva York, donde su otro hijo vive y trabaja desde hace ocho años. Ahí reciben sus permisos de trabajo renovados, y ella, por motivos de salud, se traslada a Las Vegas, Nevada. Su solicitud de asilo fue aprobada en abril de 2022. Estuvo trabajando, pero su permiso de trabajo vencía en agosto de este año y por retrasos burocráticos no se le ha renovado.
“Ahora estoy desempleada completamente. Ahorita sigo como la gente que entra por primera vez aquí, sin nada. El suplicio no ha terminado. La migración no ha terminado”, indica.
Lixania ha trabajado y pagado impuestos todo este tiempo.
“Creo que debería de haber un poco más de rapidez para dar la legalidad a la gente”, opina Lixania, y agrega que quiere seguir compartiendo su experiencia migratoria porque quizá puede contribuir con su granito de arena a que la sociedad estadounidense entienda por qué la gente busca refugio aquí.
“Y todo ha sido así porque Venezuela se convirtió en un país del que no es que quieras emigrar, es que te acorralan a emigrar”, señala. (America’s Voice)
“I hope to be in the best country in the world”
By Maribel Hastings and David Torres | Washington, DC
Lixania Rodas, Venezuelan, the granddaughter of Spanish migrants, immigrated herself out of necessity. She left behind the Venezuela that her grandfather made home and which he called the best country in the world, the same one that Lixiana says she doesn’t want to return to “ever again.”
Now Lixania is an asylee in the United States, although some bureaucratic snafus have delayed the renewal of her work permit, at this time. Her story is personal and, at the same time, similar to others who, like her, cross nations, jungles, deserts, rivers, and seas to arrive at the promised land, the United States, in search of safety, work, and a better future.
Hers is, literally, a story that shows the real human face of migration, that which is repeated a million and one times in the lives of humans who are displaced around the world fleeing persecution, the lack of opportunities, poverty, hunger, and a never-ending list of circumstances that test the human condition at any given time.
Lixania is one of the more than 7.7 million people of Venezuelan origin who are currently displaced around the world, searching for a better place to live, according to data from the Regional Inter-Agency Coordination Platform, together with the United Nations High Commission for Refugees (UNHCR) and the International Organization for Migration (IOM).
Lixania’s journey began in 2019. In her country she was a business woman and activist, as she describes herself, advocating for freedom. Due to this activism, on September 17, 2019, she left her country urgently with one of her children. They arrived in Mexico by way of Colombia on September 19 and requested asylum at the Nogales border checkpoint, where they received support from the Kino Border Initiative, to which she says, “I can never repay them for the support they gave us, and not only us, but all the migrants who arrive there.” The “Remain In Mexico” policy was applied to them and then, in the midst of the pandemic, they could not work even though they had work permits.
The follow-up appointments for their asylum request took them from Nogales to El Paso-Ciudad Juárez. “We traveled more than 16 hours by bus. We had to arrive at the bridge entry point at 3 am, and there they detained us for three or four days. It was an incredible torture,” she narrates.
Months passed and on April 19, 2021 they were transported to New York, where her other son lives and has worked for eight years. There they received their renewed work permits. For health reasons, Lixania moved to Las Vegas, Nevada. Her asylum application was approved in April 2022. She was working, but her work permit expired in August of this year and has not been renewed yet due to bureaucratic delays.
“Now I am completely unemployed. I’m like the people who just arrived here for the first time, with nothing. The torture has not stopped. Migration has not stopped,” she indicates.
Lixania has worked and paid taxes this entire time.
“I think there should have been a little more urgency to giving legalization to the people,” Lixania opines, and adds that she wants to continue sharing her migration experience because maybe she can contribute, in her own small way, to the U.S. society’s understanding of why people are seeking refuge here.
“And it’s all because Venezuela has become a country not that you want to leave, but that you have to leave,” she adds. (America’s Voice)
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