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Masacre racial de Tulsa fue un «ataque coordinado y de estilo militar» 

Por el equipo de La Semana | TULSA, OK

El 10 de enero, el Departamento de Justicia de Estados Unidos (DOJ) publicó un informe exhaustivo sobre la Masacre Racial de Tulsa de 1921, arrojando nueva luz sobre uno de los episodios de violencia racial más devastadores de la historia estadounidense. Este informe, realizado en el marco de la Ley de Delitos contra los Derechos Civiles no Resueltos de Emmett Till, supone la primera revisión federal de la masacre, con el objetivo de proporcionar un examen exhaustivo y un reconocimiento de los hechos ocurridos hace más de un siglo.

Las conclusiones del DOJ cuestionan las caracterizaciones previas de la masacre como violencia espontánea de una turba, revelándola como un «ataque coordinado, de estilo militar» contra la próspera comunidad negra de Tulsa, en el distrito de Greenwood. 

«Este informe rompe ese silencio mediante un examen riguroso y un recuento completo de uno de los episodios más oscuros del pasado de nuestra nación», declaró la fiscal general adjunta Kristen Clarke.

El informe detalla cómo, el 31 de mayo y el 1 de junio de 1921, residentes blancos, con la complicidad y la participación activa de las fuerzas del orden locales y la Guardia Nacional, destruyeron sistemáticamente más de 1.200 viviendas, comercios, escuelas e iglesias. Testigos presenciales describen a agentes de la ley desarmando a residentes negros, deteniéndolos en campamentos improvisados y, en algunos casos, participando directamente en actos de asesinato, incendios provocados y saqueos. 

A pesar de la gravedad de estas revelaciones, el Departamento de Justicia reconoce que «no existe actualmente ninguna vía de enjuiciamiento por los delitos que se cometieron», alegando la expiración de los plazos de prescripción pertinentes y la avanzada edad de los posibles acusados. Esta realidad jurídica subraya los fallos sistémicos del pasado, en los que no se buscaba ni se hacía justicia inmediata, lo que permitía a los autores eludir la rendición de cuentas. 

El informe del DOJ llega en medio de los debates en curso sobre las reparaciones para los supervivientes y descendientes de la masacre. En junio de 2024, el Tribunal Supremo de Oklahoma desestimó una demanda de reparación al dictaminar que las quejas de los demandantes, aunque legítimas, no entraban en el ámbito de aplicación de la ley estatal de alteración del orden público. Esta decisión ha supuesto un importante revés para los defensores de la restitución económica y el reconocimiento formal de las atrocidades cometidas. 

Aunque el informe del departamento de justicia no ofrece una vía de reparación legal, sirve como reconocimiento oficial de la inacción histórica del gobierno federal y de la complicidad de las autoridades locales. Al documentar estos hallazgos, el informe contribuye a los esfuerzos más amplios de reconciliación, educación y preservación de la memoria de las víctimas y los supervivientes.

Los abogados de las familias de las víctimas expresaron su frustración por no haber sido informados de las conclusiones del informe antes de su publicación. Hasta ahora, ninguno de los supervivientes de la masacre ha recibido indemnización alguna de la ciudad de Tulsa ni de ninguna otra entidad.

El fiscal general adjunto Clarke destacó la importancia de este ajuste de cuentas histórico, declarando: «Emitimos este informe con reconocimiento a los valientes supervivientes que siguen compartiendo sus testimonios, reconocimiento a los que perdieron trágicamente la vida y agradecimiento a otras personas afectadas y defensores que empujan colectivamente la historia de Estados Unidos». 

Mientras que el informe del DOJ finalmente corrige la narrativa histórica con respecto a esta tragedia sin sentido, hay muchos que sienten que la injusticia nacida de la violencia en 1921 sigue plagando el norte de Tulsa hasta el día de hoy. (La Semana)

Tulsa Race Massacre called “coordinated, military-style attack”

By La Semana staff | TULSA, OK

On January 10, the U.S. Department of Justice (DOJ) released a comprehensive report on the 1921 Tulsa Race Massacre, shedding new light on one of the most devastating episodes of racial violence in American history. This report, conducted under the Emmett Till Unsolved Civil Rights Crimes Act, marks the first federal review of the massacre, aiming to provide a thorough examination and acknowledgment of the events that transpired over a century ago.

The DOJ’s findings challenge previous characterizations of the massacre as spontaneous mob violence, revealing it as a “coordinated, military-style attack” on Tulsa’s prosperous Black community in the Greenwood district. 

“This report breaks that silence by rigorous examination and a full accounting of one of the darkest episodes of our nation’s past,” said Assistant Attorney General Kristen Clarke.

The report details how, on May 31 and June 1, 1921, white residents, with the complicity and active participation of local law enforcement and the National Guard, systematically destroyed over 1,200 homes, businesses, schools, and churches. Eyewitness accounts describe law enforcement officers disarming Black residents, detaining them in makeshift camps, and, in some instances, directly participating in acts of murder, arson, and looting. 

Despite the gravity of these revelations, the DOJ acknowledges that “no avenue of prosecution now exists for crimes that occurred,” citing the expiration of relevant statutes of limitations and the advanced age of any potential defendants. This legal reality underscores the systemic failures of the past, where immediate justice was neither sought nor served, allowing perpetrators to evade accountability. 

The DOJ’s report arrives amid ongoing debates over reparations for survivors and descendants of the massacre. In June 2024, the Oklahoma Supreme Court dismissed a lawsuit seeking reparations, ruling that the plaintiffs’ grievances, though legitimate, did not fall within the scope of the state’s public nuisance statute. This decision has been a significant setback for advocates seeking financial restitution and formal acknowledgment of the atrocities committed. 

While the DOJ’s report does not offer a pathway to legal redress, it serves as an official acknowledgment of the federal government’s historical inaction and the complicity of local authorities. By documenting these findings, the report contributes to the broader efforts of reconciliation, education, and the preservation of the memory of the victims and survivors.

Attorneys for the families of victims expressed frustration at not being informed of the report’s findings before it was released. Thus far, none of the survivors of the massacre has received any compensation from the City of Tulsa or from any other entity.

Assistant Attorney General Clarke emphasized the importance of this historical reckoning, stating, “We issue this report with recognition of the courageous survivors who continue to share their testimonies, acknowledgment of those who tragically lost their lives and appreciation for other impacted individuals and advocates who collectively push …  America’s history.” 

While the DOJ’s report finally corrects the historical narrative regarding this senseless tragedy, there are many who feel that injustice born of the violence in 1921 continues to plague North Tulsa to this day. (La Semana)