Muere Francisco, que mantuvo un estilo encantador y humilde como el primer papa latinoamericano / Pope Francis, first Latin American pontiff who ministered with a charming, humble style, dies at 88
POR NICOLE WINFIELD – CIUDAD DEL VATICANO (AP) — El papa Francisco, el primer pontífice latinoamericano de la historia, que cautivó al mundo con su estilo humilde y su preocupación por los pobres mientras incomodó al sector conservador con sus críticas al capitalismo y al cambio climático, falleció el lunes. Tenía 88 años.
El Vaticano informó que Francisco murió de un derrame cerebral que lo dejó en coma y provocó una insuficiencia cardíaca irreversible.
Las campanas repicaron en las iglesias católicas desde su natal Argentina hasta Filipinas y en toda Roma a medida que la noticia se difundía por todo el mundo.
“A las 7:35 de esta mañana, el obispo de Roma, Francisco, regresó a la casa del Padre. Toda su vida estuvo dedicada al servicio del Señor y de su Iglesia”, anunció el cardenal Kevin Farrell desde la capilla de la Domus Santa Marta, donde vivía Francisco.
Francisco, que sufría una enfermedad pulmonar crónica y a quien se extirpó parte de un pulmón en su juventud, ingresó al hospital Gemelli el 14 de febrero de 2025 por una crisis respiratoria que derivó en una neumonía bilateral. Pasó 38 días hospitalizado, el periodo más largo en sus 12 años de papado.
Sin embargo, salió el Domingo de Resurrección —un día antes de su muerte— para bendecir a miles de personas en la plaza de San Pedro, lo que provocó vítores y aplausos entusiastas. Antes se reunió brevemente con el vicepresidente estadounidense JD Vance.
Francisco ofreció la bendición desde la misma logia donde fue presentado al mundo el 13 de marzo de 2013 como el 266to papa.
Desde su primer saludo como papa —un casual “Buonasera” (“Buenas noches”)— hasta su acogida a los refugiados y los oprimidos, Francisco marcó un tono diferente en su papado, enfatizando la humildad sobre la soberbia en una Iglesia católica asolada por el escándalo y la indiferencia.
Tras esa noche lluviosa del 13 de marzo de 2013, el argentino Jorge Mario Bergoglio trajo un soplo de aire fresco a una institución de 2.000 años de antigüedad que había visto decaer su influencia durante el problemático pontificado de Benedicto XVI, cuya sorpresiva renuncia llevó a la elección de Francisco.
Sin embargo, el nuevo papa no tardó en hacerse de problemas propios y los conservadores se molestaron cada vez más con su tendencia progresista, su acercamiento a los católicos de la comunidad LGBTQ+ y su represión contra los tradicionalistas.
Su mayor reto llegó en 2018, tras el mal manejo de un polémico caso de abuso sexual clerical en Chile, cuando el escándalo que se había gestado con sus predecesores estalló nuevamente.
Luego, el papa trotamundos, a quien las multitudes amaban, tuvo que lidiar con una realidad sin precedentes al liderar una religión universal durante la pandemia de coronavirus desde una Ciudad del Vaticano confinada.
“Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados”, dijo Francisco en una Plaza de San Pedro vacía durante una oración solitaria en marzo de 2020. En paralelo, subrayó que la pandemia también ponía a “todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente”.
El lunes, mandatarios de todo el mundo elogiaron el compromiso de Francisco con los marginados. El presidente francés Emmanuel Macron, cuyo país es mayoritariamente católico, escribió en X: “Desde Buenos Aires hasta Roma, el papa Francisco quiso que la Iglesia llevara alegría y esperanza a los más pobres… Que esta esperanza lo sobreviva para siempre”.
Las banderas ondearon a media asta en Italia y las multitudes se reunieron en la plaza de San Pedro. Cuando las enormes campanas de la Basílica de San Pedro comenzaron a sonar, los turistas se detuvieron en seco para grabar el momento en sus teléfonos.
Johann Xavier, quien viajó desde Australia, esperaba ver al papa durante su visita. “Pero luego nos enteramos cuando llegamos aquí. Nos devastó a todos”, dijo.
La muerte da inicio a un proceso de varias semanas para permitir que los fieles presenten sus últimos respetos, primero para los funcionarios del Vaticano en la capilla de Santa Marta y luego en San Pedro para el público en general, seguido de un funeral y un cónclave para elegir un nuevo papa.
Al caer la tarde del lunes, el Vaticano celebró un rezo del Rosario en la plaza de San Pedro en su primera conmemoración pública.
En su testamento final, Francisco confirmó que será enterrado en la Basílica de Santa María la Mayor en una sencilla tumba subterránea con solo “Franciscus” escrito en ella. La basílica, que se encuentra fuera del Vaticano, alberga el icono favorito de Francisco de la Virgen María, a quien Francisco era particularmente devoto.
Reformando el Vaticano
Francisco fue elegido con el mandato de reformar la burocracia y las finanzas del Vaticano, pero fue más allá al sacudir la Iglesia sin cambiar su doctrina central. “¿Quién soy yo para juzgar?” respondió cuando se le preguntó sobre un sacerdote supuestamente gay.
El comentario envió un mensaje de bienvenida a la comunidad LGBTQ+ y a aquellos que se sentían rechazados por una Iglesia que había enfatizado la propiedad sexual sobre el amor incondicional.
“Ser homosexual no es un delito”, dijo a The Associated Press en 2023, instando a poner fin a las leyes civiles que lo criminalizan.
Enfatizando la misericordia, Francisco cambió la postura de la Iglesia sobre la pena de muerte, calificándola de inadmisible en todas las circunstancias. También declaró que la posesión de armas nucleares, no sólo su uso, era “inmoral”.
En otros primeros pasos, aprobó un acuerdo con China sobre las nominaciones de obispos que había desconcertado al Vaticano durante décadas, se reunió con el patriarca ruso y trazó nuevas relaciones con el mundo musulmán al visitar la Península Arábiga e Irak.
Reafirmó el sacerdocio masculino y célibe y mantuvo la oposición de la Iglesia al aborto, equiparándolo a “contratar a un sicario para resolver un problema”.
Roles para las mujeres
Pero agregó a las mujeres a roles importantes de toma de decisiones y les permitió servir como lectoras y acólitas en las parroquias. Permitió que las mujeres votaran junto a los obispos en reuniones periódicas del Vaticano, siguiendo las quejas de larga data de que las mujeres realizan gran parte del trabajo de la Iglesia pero están excluidas del poder.
La hermana Nathalie Becquart, a quien Francisco nombró para uno de los puestos más altos del Vaticano, dijo que su legado era una visión de una Iglesia donde hombres y mujeres existían en una relación de reciprocidad y respeto .
“Se trataba de cambiar un patrón de dominación —del ser humano a la creación, de los hombres a las mujeres— a un patrón de cooperación”, dijo Becquart, la primera mujer en ocupar un puesto de votación en un sínodo del Vaticano.
Aún así, una nota de crítica llegó el lunes de la Conferencia de Ordenación de Mujeres, que había estado frustrada por la falta de disposición de Francisco para impulsar la ordenación de mujeres.
“Su repetida política de ‘puerta cerrada’ sobre la ordenación de mujeres fue dolorosamente incongruente con su naturaleza pastoral, y para muchos, una traición a la Iglesia sinodal y de escucha que defendió. Esto lo convirtió en una figura complicada, frustrante y, a veces, desgarradora para muchas mujeres”, decía el comunicado.
La iglesia como refugio
Aunque Francisco no permitió que las mujeres fueran ordenadas, la reforma del voto fue parte de un cambio revolucionario al enfatizar lo que la Iglesia debería ser: un refugio para todos —“todos, todos, todos”. Migrantes, pobres, prisioneros y marginados fueron invitados a su mesa mucho más que presidentes o poderosos directores ejecutivos.
“Para el papa Francisco, (el objetivo) siempre fue extender los brazos de la Iglesia para abrazar a todas las personas, no excluir a nadie”, dijo Farrell, el camarlengo del Vaticano, quien toma el mando tras la muerte de un pontífice.
Francisco exigió a sus obispos aplicar misericordia y caridad a sus rebaños, presionó al mundo para proteger la creación de Dios del desastre climático y desafió a los países a acoger a aquellos que huyen de la guerra, la pobreza y la opresión.
Después de visitar México en 2016, Francisco dijo del entonces candidato presidencial estadounidense Donald Trump que cualquiera que construya un muro para mantener fuera a los migrantes “no es cristiano”.
Mientras que los progresistas estaban encantados con el enfoque radical de Francisco en el mensaje de misericordia e inclusión de Jesús, preocupó a los conservadores que temían que diluyera la enseñanza católica y amenazara la identidad cristiana de Occidente. Algunos incluso lo llamaron hereje.
Algunos cardenales lo desafiaron abiertamente. Francisco generalmente respondió con su respuesta típica al conflicto: el silencio.
Hizo más fácil para los católicos casados obtener una anulación, permitió a los sacerdotes absolver a mujeres que habían tenido abortos y decretó que los sacerdotes podían bendecir a parejas del mismo sexo.
Abrió el debate sobre temas como la homosexualidad y el divorcio, dando a los pastores margen de maniobra para discernir cómo acompañar a sus rebaños, en lugar de darles reglas estrictas para aplicar.
San Francisco de Asís como modelo
Francisco vivió en el hotel del Vaticano en lugar del Palacio Apostólico, usó sus viejos zapatos ortopédicos y no los mocasines rojos del papado, y viajó en autos compactos. No era un truco.
“Veo claramente que lo que más necesita la Iglesia hoy en día es la capacidad de sanar heridas y calentar los corazones de los fieles”, dijo a una revista jesuita en 2013. “Veo la Iglesia como un hospital de campaña después de la batalla”.
Si convertirse en el primer papa latinoamericano y el primer papa jesuita no fuera suficiente, Francisco también fue el primero en nombrarse a sí mismo en honor a San Francisco de Asís, el fraile del siglo XIII conocido por su simplicidad personal y cuidado por los marginados de la sociedad.
Francisco se disculpó formalmente con los pueblos indígenas por los crímenes de la Iglesia desde la época colonial en adelante. Y fue a los márgenes de la sociedad para ministrar con misericordia: acariciando la cabeza deformada de un hombre en la Plaza de San Pedro, besando el tatuaje de un sobreviviente del Holocausto o invitando a los recolectores de basura de Argentina a unirse a él en el escenario en Río de Janeiro.
“Siempre hemos sido marginados, pero el papa Francisco siempre nos ayudó”, dijo Coqui Vargas, una mujer transgénero cuya comunidad romana forjó una relación única con Francisco.
Su primer viaje como papa fue a la isla italiana de Lampedusa, entonces el epicentro de la crisis migratoria de Europa. Consistentemente eligió visitar países pobres donde los cristianos eran a menudo minorías perseguidas, en lugar de los centros del catolicismo global.
Amigo y compatriota argentino, el obispo Marcelo Sánchez Sorondo, dijo que su preocupación se basaba en las Bienaventuranzas —las ocho bendiciones que Jesús pronunció en el Sermón del Monte para los mansos, los misericordiosos, los pobres de espíritu y otros.
“¿Por qué son las Bienaventuranzas el programa de este pontificado? Porque fueron la base del propio programa de Jesucristo”, dijo Sánchez.
Errores en escándalo de abuso sexual
Pero pasó más de un año antes que Francisco se reuniera con sobrevivientes de abuso sexual clerical, y los grupos de víctimas inicialmente cuestionaron si realmente entendía el alcance del problema.
Francisco creó una comisión de abuso sexual para asesorar a la Iglesia sobre las mejores prácticas, pero perdió influencia después de unos años y su recomendación de un tribunal para juzgar a los obispos que encubrieron a sacerdotes depredadores no llegó a ninguna parte.
Y luego vino la mayor crisis de su papado, cuando desacreditó a las víctimas de abuso en Chile en 2018 y apoyó a un polémico obispo vinculado a su abusador. Al darse cuenta de su error, Francisco invitó a las víctimas al Vaticano para un mea culpa personal y convocó a la renuncia en masa de la jerarquía de la Iglesia chilena.
Cuando esa crisis concluyó, surgió una nueva sobre el excardenal Theodore McCarrick, el arzobispo retirado de Washington y consejero de tres papas.
Francisco había actuado rápidamente para marginar a McCarrick en medio de una acusación de que había abusado de un monaguillo adolescente en la década de 1970. Pero, sin embargo, Francisco fue acusado por el exembajador del Vaticano en Estados Unidos de haber rehabilitado a McCarrick al principio de su papado.
Francisco finalmente despojó a McCarrick de su condición de cardenal luego que una investigación del Vaticano determinara que abusó sexualmente de adultos y menores. Cambió la ley de la Iglesia para eliminar el secreto pontificio en torno a los casos de abuso y promulgó procedimientos para investigar a los obispos que abusaron o encubrieron a sus sacerdotes pedófilos, buscando poner fin a la impunidad para la jerarquía.
“Él sinceramente quería hacer algo y lo transmitió”, dijo Juan Carlos Cruz, un sobreviviente de abuso chileno que Francisco desacreditó y que luego desarrolló una estrecha amistad con el pontífice.
Pero los grupos que abogaban por más medidas contra el abuso sexual expresaron su decepción con el legado de Francisco.
“El papa Francisco fue un faro de esperanza para muchas de las personas más desesperadas y marginadas del mundo. Pero lo que más necesitábamos de este papa era justicia para los heridos de la Iglesia, los niños y adultos abusados sexualmente por el clero católico. En este ámbito, donde Francisco tenía el poder supremo, se negó a hacer los cambios necesarios”, subrayó Anne Barrett Doyle, codirectora del grupo estadounidense BishopAccountability.

Un cambio respecto a Benedicto
El camino hacia la elección de Francisco en 2013 fue pavimentado por la decisión del papa Benedicto XVI de renunciar y retirarse, la primera en 600 años.
Francisco no se apartó de la potencialmente incómoda sombra de Benedicto. Francisco lo abrazó como un estadista mayor y asesor, persuadiéndolo para que participara en la vida pública de la Iglesia hasta la muerte de Benedicto en 2022.
“Es como tener a tu abuelo en casa, un abuelo sabio”, declaró Francisco.
El estilo litúrgico más suelto de Francisco y sus prioridades pastorales dejaron en claro que él y el teólogo alemán provenían de tradiciones religiosas muy diferentes, y Francisco revocó directamente varias decisiones de su predecesor.
Se aseguró de que el arzobispo salvadoreño Óscar Romero, un héroe del movimiento de teología de la liberación en América Latina, fuera canonizado después que su caso languideciera bajo Benedicto por preocupaciones sobre la inclinación marxista del credo.
Francisco reimpuso restricciones a la celebración de la antigua Misa en latín que Benedicto había relajado, argumentando que era divisiva. El movimiento enfureció a los críticos tradicionalistas de Francisco y abrió un conflicto sostenido con los católicos de derecha, particularmente en Estados Unidos.
Conservadores se oponen a Francisco
Para entonces, los conservadores ya se habían alejado de Francisco, traicionados después que abrió el debate sobre permitir que los católicos vueltos a casar recibieran los sacramentos si no obtenían una anulación, un fallo de la Iglesia de que su primer matrimonio era inválido.
“No nos gusta este papa”, tituló el diario conservador italiano Il Foglio unos meses después del papado, reflejando la inquietud del pequeño pero vocal movimiento católico tradicionalista.
Esos mismos críticos amplificaron sus quejas luego que Francisco aprobara las bendiciones de la Iglesia para parejas del mismo sexo y un polémico acuerdo con China sobre la nominación de obispos.
Sus detalles nunca fueron revelados, pero los críticos conservadores lo criticaron como una venta a la China comunista, mientras que el Vaticano lo defendió como el mejor acuerdo que pudo obtener.
El cardenal estadounidense Raymond Burke, una figura destacada en la oposición a Francisco, afirmó que la Iglesia se había convertido en “un barco sin timón”.
Burke libró su campaña de oposición durante años, comenzando cuando Francisco lo despidió como juez supremo del Vaticano y culminando con su oposición vocal al sínodo de 2023 de Francisco sobre el futuro de la Iglesia.
Francisco finalmente sancionó a Burke financieramente, acusándolo de sembrar “desunión”.
Francisco insistió en que sus obispos y cardenales se impregnaran del “olor de su rebaño” y ministraran a los fieles, expresando su descontento cuando no lo hacían.
Ingresó al seminario diocesano pero se cambió a la orden jesuita en 1958, atraído por su tradición misionera y militancia.
Por esta época, sufrió de neumonía, lo que llevó a la extirpación de parte de su pulmón derecho. Su salud frágil le impidió convertirse en misionero, y su capacidad pulmonar menos que robusta fue quizás responsable de su voz susurrante y su renuencia a cantar en misa.
El 13 de diciembre de 1969 fue ordenado sacerdote e inmediatamente comenzó a enseñar. En 1973, fue nombrado jefe de los jesuitas en Argentina, un nombramiento que luego reconoció como “una locura” dado que sólo tenía 36 años.
“Mi manera autoritaria y rápida de tomar decisiones me llevó a tener serios problemas y a ser acusado de ultraconservador”, admitió en su entrevista con Civilta Cattolica.
Vida bajo la dictadura de Argentina
Su mandato de seis años como jefe de la orden en Argentina coincidió con la dictadura asesina del país de 1976-83, cuando los militares lanzaron una campaña contra los guerrilleros de izquierda y otros opositores al régimen.
Bergoglio no confrontó públicamente a la junta y fue acusado de permitir efectivamente que dos sacerdotes de barrios marginales fueran secuestrados y torturados al no respaldar públicamente su trabajo.
Se negó durante décadas a contrarrestar esa versión de los hechos. Sólo en una biografía autorizada de 2010 finalmente relató las medidas que utilizó para salvarlos, persuadiendo al sacerdote de la familia del temido dictador Jorge Videla para que se reportara enfermo para poder celebrar misa en su lugar. Una vez en la casa del líder de la junta, Bergoglio apeló en privado por misericordia. Ambos sacerdotes fueron finalmente liberados, entre los pocos que sobrevivieron a la prisión.
Como papa, comenzaron a surgir relatos de las muchas personas —sacerdotes, seminaristas y disidentes políticos— que Bergoglio realmente salvó durante la “guerra sucia”, permitiéndoles permanecer de incógnito en el seminario o ayudándolos a escapar del país.
Bergoglio fue a Alemania en 1986 para investigar una tesis nunca terminada. Al regresar a Argentina, fue destinado a Córdoba durante un período que describió como un tiempo de “gran crisis interior”. Fuera de favor con los líderes jesuitas más progresistas, finalmente fue rescatado del ostracismo en 1992 por San Juan Pablo II, quien lo nombró obispo auxiliar de Buenos Aires. Se convirtió en arzobispo seis años después y fue nombrado cardenal en 2001.
Estuvo cerca de convertirse en papa en 2005 cuando Benedicto fue elegido, obteniendo el segundo mayor número de votos en varias rondas antes de retirarse.
Esta historia ha sido actualizada para corregir el apellido del camarlengo. Es Farrell, no Ferrell.
La periodista de The Associated Press Colleen Barry contribuyó a ete despacho desde Milán.
La cobertura religiosa de Associated Press recibe apoyo a través de la colaboración de la AP con The Conversation US, con financiamiento de Lilly Endowment Inc. La AP es la única responsable de este contenido.
Esta historia fue traducida del inglés por un editor de AP con la ayuda de una herramienta de inteligencia artificial generativa.
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Pope Francis, first Latin American pontiff who ministered with a charming, humble style, dies at 88
BY NICOLE WINFIELD – VATICAN CITY (AP) — Pope Francis, history’s first Latin American pontiff who charmed the world with his humble style and concern for the poor but alienated conservatives with critiques of capitalism and climate change, died Monday. He was 88.
The Vatican said Francis died of a stroke that put him into a coma and led to heart failure.
Bells tolled in Catholic churches from his native Argentina to the Philippines and across Rome as news spread around the world.
“At 7:35 this morning, the Bishop of Rome, Francis, returned to the home of the Father. His entire life was dedicated to the service of the Lord and of his Church,” Cardinal Kevin Farrell said from the chapel of the Domus Santa Marta, where Francis lived.
Francis, who suffered from chronic lung disease and had part of one lung removed as a young man, was admitted to Gemelli hospital on Feb. 14, 2025, for a respiratory crisis that developed into double pneumonia. He spent 38 days there, the longest hospitalization of his 12-year papacy.
He made his last public appearance on Easter Sunday — a day before his death — to bless thousands of people in St. Peter’s Square, drawing wild cheers and applause. Beforehand, he met U.S. Vice President JD Vance.
Francis performed the blessing from the same loggia where he was introduced on March 13, 2013, as the 266th pope.
From his first greeting that night — a remarkably normal “Buonasera” (“Good evening”) — to his embrace of refugees and the downtrodden, Francis signaled a very different tone for the papacy, stressing humility over hubris for a Catholic Church beset by scandal and accusations of indifference.
The Argentine-born Jorge Mario Bergoglio brought a breath of fresh air into a 2,000-year-old institution that had seen its influence wane during the troubled tenure of Pope Benedict XVI, whose surprise resignation led to Francis’ election.
But Francis soon invited troubles of his own, and conservatives grew increasingly upset with his progressive bent, outreach to LGBTQ+ Catholics and crackdown on traditionalists. His greatest test came in 2018 when he botched a notorious case of clergy sexual abuse in Chile, and the scandal that festered under his predecessors erupted anew.
And then Francis, the crowd-loving, globe-trotting pope of the peripheries, navigated the unprecedented reality of leading a universal religion through the coronavirus pandemic from a locked-down Vatican City.
“We have realized that we are on the same boat, all of us fragile and disoriented,” Francis told an empty St. Peter’s Square in March 2020. Calling for a rethink of the global economic framework, he said the pandemic showed the need for “all of us to row together, each of us in need of comforting the other.”
World leaders on Monday extolled Francis’ commitment to the marginalized. French President Emmanuel Macron, whose country is largely Catholic, wrote on X: “From Buenos Aires to Rome, Pope Francis wanted the church to bring joy and hope to the poorest. … May this hope forever outlast him.”
Flags flew at half-staff in Italy, and crowds gathered in St. Peter’s Square. When the great bells of St. Peter’s Basilica began tolling, tourists stopped in their tracks to record the moment on their phones.
Johann Xavier, who traveled from Australia, hoped to see the pope during his visit. “But then we heard about it when we came in here. It pretty much devastated all of us,’’ he said.
Francis’ death sets off a weekslong process of allowing the faithful to pay their final respects, first for Vatican officials in the Santa Marta chapel and then in St. Peter’s for the general public, followed by a funeral and a conclave to elect a new pope.
As the sun was setting on Monday evening, the Vatican held a Rosary prayer in St. Peter’s Square in its first public commemoration.
In his final will, Francis confirmed he will be buried in St. Mary Major Basilica in a simple underground tomb with only “Franciscus” written on it. The basilica, which sits outside the Vatican, is home to Francis’ favorite icon of the Virgin Mary, to whom Francis was particularly devoted.
Reforming the Vatican
Francis was elected on a mandate to reform the Vatican bureaucracy and finances but went further in shaking up the church without changing its core doctrine. “Who am I to judge?” he replied when asked about a purportedly gay priest.
The comment sent a message of welcome to the LGBTQ+ community and those who felt shunned by a church that had stressed sexual propriety over unconditional love. “Being homosexual is not a crime,” he told The Associated Press in 2023, urging an end to civil laws that criminalize it.
Stressing mercy, Francis changed the church’s position on the death penalty, calling it inadmissible in all circumstances. He also declared the possession of nuclear weapons, not just their use, was “immoral.”
In other firsts, he approved an agreement with China over bishop nominations that had vexed the Vatican for decades, met the Russian patriarch and charted new relations with the Muslim world by visiting the Arabian Peninsula and Iraq.
He reaffirmed the all-male, celibate priesthood and upheld the church’s opposition to abortion, equating it to “hiring a hit man to solve a problem.”
Roles for women
But he added women to important decision-making roles and allowed them to serve as lectors and acolytes in parishes. He let women vote alongside bishops in periodic Vatican meetings, following long-standing complaints that women do much of the church’s work but are barred from power.
Sister Nathalie Becquart, whom Francis named to one of the highest Vatican jobs, said his legacy was a vision of a church where men and women existed in a relationship of reciprocity and respect.
“It was about shifting a pattern of domination — from human being to the creation, from men to women — to a pattern of cooperation,” said Becquart, the first woman to hold a voting position in a Vatican synod.
Still, a note of criticism came Monday from the Women’s Ordination Conference, which had been frustrated by Francis’ unwillingness to push for the ordination of women.
“This made him a complicated, frustrating, and sometimes heart-breaking figure for many women,” the statement said.
The church as refuge
While Francis did not allow women to be ordained, the voting reform was part of a revolutionary change in emphasizing what the church should be: a refuge for everyone — “todos, todos, todos” (“everyone, everyone, everyone”). Migrants, the poor, prisoners and outcasts were invited to his table far more than presidents or powerful CEOs.
“For Pope Francis, (the goal) was always to extend the arms of the church to embrace all people, not to exclude anyone,” said Farrell, the Vatican camerlengo, who takes charge after a pontiff’s death.
Francis demanded his bishops apply mercy and charity to their flocks, pressed the world to protect God’s creation from climate disaster, and challenged countries to welcome those fleeing war, poverty and oppression.
After visiting Mexico in 2016, Francis said of then-U.S. presidential candidate Donald Trump that anyone building a wall to keep migrants out “is not Christian.”
While progressives were thrilled with Francis’ radical focus on Jesus’ message of mercy and inclusion, it troubled conservatives who feared he watered down Catholic teaching and threatened the very Christian identity of the West. Some even called him a heretic.
A few cardinals openly challenged him. Francis usually responded with his typical answer to conflict: silence.
He made it easier for married Catholics to get an annulment, allowed priests to absolve women who had had abortions and decreed that priests could bless same-sex couples. He opened debate on issues like homosexuality and divorce, giving pastors wiggle room to discern how to accompany their flocks, rather than handing them strict rules to apply.
St. Francis of Assisi as a model
Francis lived in the Vatican hotel instead of the Apostolic Palace, wore his old orthotic shoes and not the red loafers of the papacy, and rode in compact cars. It wasn’t a gimmick.
“I see clearly that the thing the church needs most today is the ability to heal wounds and to warm the hearts of the faithful,” he told a Jesuit journal in 2013. “I see the church as a field hospital after battle.”
If becoming the first Latin American and first Jesuit pope wasn’t enough, Francis was also the first to name himself after St. Francis of Assisi, the 13th century friar known for personal simplicity and care for society’s outcasts.
Francis formally apologized to Indigenous peoples for the crimes of the church from colonial times onward. And he went to society’s fringes to minister with mercy: caressing the deformed head of a man in St. Peter’s Square, kissing the tattoo of a Holocaust survivor, or inviting Argentina’s garbage scavengers to join him onstage in Rio de Janeiro.
“We have always been marginalized, but Pope Francis always helped us,” said Coqui Vargas, a transgender woman whose Roman community forged a unique relationship with Francis.
His first trip as pope was to the Italian island of Lampedusa, then the epicenter of Europe’s migration crisis. He consistently chose to visit poor countries where Christians were often persecuted minorities, rather than the centers of global Catholicism.
Friend and fellow Argentine, Bishop Marcelo Sánchez Sorondo, said his concern was based on the Beatitudes — the eight blessings Jesus delivered in the Sermon on the Mount for the meek, the merciful, the poor in spirit and others.
“Why are the Beatitudes the program of this pontificate? Because they were the basis of Jesus Christ’s own program,” Sánchez said.
Missteps on sexual abuse scandal
But more than a year passed before Francis met with survivors of priestly sexual abuse, and victims’ groups initially questioned whether he really understood the scope of the problem.
Francis did create a sex abuse commission to advise the church on best practices, but it lost influence after a few years and its recommendation of a tribunal to judge bishops who covered up for predator priests went nowhere.
And then came the greatest crisis of his papacy, when he discredited Chilean abuse victims in 2018 and stood by a controversial bishop linked to their abuser. Realizing his error, Francis invited the victims to the Vatican for a personal mea culpa and summoned the leadership of the Chilean church to resign en masse.
As that crisis concluded, a new one erupted over ex-Cardinal Theodore McCarrick, the retired archbishop of Washington and a counselor to three popes.
Francis had actually moved swiftly to sideline McCarrick amid an accusation he had molested a teenage altar boy in the 1970s. But Francis nevertheless was accused by the Vatican’s one-time U.S. ambassador of having rehabilitated McCarrick early in his papacy.
Francis eventually defrocked McCarrick after a Vatican investigation determined he sexually abused adults as well as minors. He changed church law to remove the pontifical secret surrounding abuse cases and enacted procedures to investigate bishops who abused or covered for their pedophile priests, seeking to end impunity for the hierarchy.
Francis eventually sanctioned Burke financially, accusing him of sowing “disunity.”
His 2014 Christmas address to the Vatican Curia was one of the greatest public papal reprimands ever: Standing in the marbled Apostolic Palace, Francis ticked off 15 ailments he said can afflict his closest collaborators, including “spiritual Alzheimer’s,” lusting for power and the “terrorism of gossip.”
Trying to eliminate corruption, Francis oversaw the reform of the scandal-marred Vatican bank and sought to wrestle Vatican bureaucrats into financial line, limiting their compensation and ability to receive gifts or award public contracts.
He authorized Vatican police to raid his own secretariat of state and the Vatican’s financial watchdog agency amid suspicions about a 350 million euro investment in a London real estate venture. After a 2 1/2-year trial, the Vatican tribunal convicted a once-powerful cardinal, Angelo Becciu, of embezzlement and returned mixed verdicts to nine others, acquitting one.
The trial, though, proved to be a reputational boomerang for the Holy See, showing deficiencies in the Vatican’s legal system, unseemly turf battles among monsignors, and how the pope had intervened on behalf of prosecutors.

While earning praise for trying to turn the Vatican’s finances around, Francis angered U.S. conservatives for his frequent excoriation of the global financial market.
Economic justice was an important theme of his papacy, and he didn’t hide it in his first meeting with journalists when he said he wanted a “poor church that is for the poor.”
In his first major teaching document, “The Joy of the Gospel,” Francis denounced trickle-down economic theories as unproven and naive.
“Money must serve, not rule!” he said in urging political reforms.
Some U.S. conservatives branded Francis a Marxist. He jabbed back by saying he had many friends who were Marxists.
Soccer, opera and prayer
“He sincerely wanted to do something and he transmitted that,” said Juan Carlos Cruz, a Chilean abuse survivor Francis discredited who later developed a close friendship with the pontiff.
But groups that advocated for more action on sexual abuse expressed disappointment in Francis’ legacy.
“Pope Francis was a beacon of hope to many of the world’s most desperate and marginalized people. But what we most needed from this pope was justice for the Church’s own wounded, the children and adults sexually abused by Catholic clergy,” said Anne Barrett Doyle, co-director of the U.S.-based group BishopAccountability.
A change from Benedict
The road to Francis’ 2013 election was paved by Pope Benedict XVI’s decision to resign and retire — the first in 600 years.
Francis didn’t shy from Benedict’s potentially uncomfortable shadow. Francis embraced him as an elder statesman and adviser, coaxing him out of his cloistered retirement to participate in the public life of the church until Benedict’s death in 2022.
“It’s like having your grandfather in the house, a wise grandfather,” Francis said.
Francis’ looser liturgical style and pastoral priorities made clear he and the German-born theologian came from very different religious traditions, and Francis directly overturned several decisions of his predecessor.
He made sure Salvadoran Archbishop Óscar Romero, a hero to the liberation theology movement in Latin America, was canonized after his case languished under Benedict over concerns about the credo’s Marxist bent.
Francis reimposed restrictions on celebrating the old Latin Mass that Benedict had relaxed, arguing it was divisive. The move riled Francis’ traditionalist critics and opened sustained conflict with right-wing Catholics, particularly in the U.S.
Conservatives oppose Francis
By then, conservatives had already turned away from Francis, betrayed after he opened debate on allowing remarried Catholics to receive the sacraments if they didn’t get an annulment — a church ruling that their first marriage was invalid.
“We don’t like this pope,” headlined Italy’s conservative daily Il Foglio a few months into the papacy, reflecting the unease of the small but vocal traditionalist Catholic movement.
Those same critics amplified their complaints after Francis approved church blessings for same-sex couples, and a controversial accord with China over nominating bishops.
Its details were never released, but conservative critics bashed it as a sellout to communist China, while the Vatican defended it as the best deal it could get.
U.S. Cardinal Raymond Burke, a figurehead in the anti-Francis opposition, said the church had become “like a ship without a rudder.”
Burke waged his opposition campaign for years, starting when Francis fired him as the Vatican’s supreme court justice and culminating with his vocal opposition to Francis’ 2023 synod on the church’s future.
Born Dec. 17, 1936, in Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio was the eldest of five children of Italian immigrants.
He credited his devout grandmother Rosa with teaching him how to pray. Weekends were spent listening to opera on the radio, going to Mass and attending matches of the family’s beloved San Lorenzo soccer club. As pope, his love of soccer brought him a huge collection of jerseys from visitors.
He said he received his religious calling at 17 while going to confession, recounting in a 2010 biography that, “I don’t know what it was, but it changed my life. … I realized that they were waiting for me.”
He entered the diocesan seminary but switched to the Jesuit order in 1958, attracted to its missionary tradition and militancy.
Around this time, he suffered from pneumonia, which led to the removal of part of his right lung. His frail health prevented him from becoming a missionary, and his less-than-robust lung capacity was perhaps responsible for his whisper of a voice and reluctance to sing at Mass.
On Dec. 13, 1969, he was ordained a priest, and immediately began teaching. In 1973, he was named head of the Jesuits in Argentina, an appointment he later acknowledged was “crazy” given he was only 36. “My authoritarian and quick manner of making decisions led me to have serious problems and to be accused of being ultraconservative,” he admitted in his Civilta Cattolica interview.
Life under Argentina’s dictatorship
His six-year tenure as the head of the order in Argentina coincided with the country’s murderous 1976-83 dictatorship, when the military launched a campaign against left-wing guerrillas and other regime opponents.
Bergoglio didn’t publicly confront the junta and was accused of effectively allowing two slum priests to be kidnapped and tortured by not publicly endorsing their work.
He refused for decades to counter that version of events. Only in a 2010 authorized biography did he finally recount the lengths he used to save them, persuading the family priest of feared dictator Jorge Videla to call in sick so he could celebrate Mass instead. Once in the junta leader’s home, Bergoglio privately appealed for mercy. Both priests were eventually released, among the few to have survived prison.
As pope, accounts began to emerge of the many people — priests, seminarians and political dissidents —whom Bergoglio actually saved during the “dirty war,” letting them stay incognito at the seminary or helping them escape the country.
Bergoglio went to Germany in 1986 to research a never-finished thesis. Returning to Argentina, he was stationed in Cordoba during a period he described as a time of “great interior crisis.” Out of favor with more progressive Jesuit leaders, he was eventually rescued from obscurity in 1992 by St. John Paul II, who named him an auxiliary bishop of Buenos Aires. He became archbishop six years later, and was made a cardinal in 2001.
He came close to becoming pope in 2005 when Benedict was elected, gaining the second-most votes in several rounds before bowing out.
This story has been updated to correct the spelling of the camerlengo’s last name. It is Farrell, not Ferrell.
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Associated Press writer Colleen Barry contributed from Milan.
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more in original source https://apnews.com/article/vatican-pope-francis-dead-01ca7d73c3c48d25fd1504ba076e2e2a
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