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Trump busca ayuda de indocumentados / Trump Seeks Help from Undocumented Immigrants 


By Maribel Hastings

WASHINGTON, DC — Parece que el presidente Donald Trump no ha podido deportar a los millones que deseaba en los primeros meses de su gestión a pesar de pisotear el debido proceso de ley de las personas afectadas. Ahora quiere que sean los mismos indocumentados los que se autodeporten para cumplir su principal promesa de campaña: el mayor operativo de deportaciones jamás visto en Estados Unidos.

La administración dice que es para reducir costos. Pero a pesar de que el gobierno de Trump no respeta el debido proceso de ley (y ahora parece creer que no tiene que regirse por la Constitución), conduce deportaciones sumarias, e ignora los fallos judiciales para retornar a Estados Unidos a quienes han deportado de forma ilegítima, todavía los números no son lo que Trump esperaba.

Según el Departamento de Seguridad Nacional (DHS), desde el 20 de enero Trump ha deportado a 152,000 inmigrantes. La cifra es menor a los 192,000 que Biden deportó en el mismo periodo en 2024.

Es por eso que Trump incluso deporta a personas autorizadas a estar en el país y en proceso de asilo, a estudiantes con visa por oponerse a políticas públicas de la administración. O ha removido niños ciudadanos con sus padres indocumentados. Aunque técnicamente no se puede deportar a un ciudadano estadounidense, en la práctica es lo que ha ocurrido.

Asimismo, el traslado de venezolanos y salvadoreños al controversial reclusorio CECOT en El Salvador se usa como disuasivo en sus planes de que más indocumentados se autodeporten.

La prensa ha reportado de casos de venezolanos que temerosos de terminar en CECOT prefieren irse de Estados Unidos con todo y familia. Pero también lo han hecho indocumentados de otras nacionalidades. Como el gobierno de Trump acusa a muchos inmigrantes de ser “terroristas” o “pandilleros” sin ofrecer pruebas, muchos prefieren evitar el trago amargo de terminar en una cárcel extranjera sin posibilidad de volver a ver a sus familias.

Esa estrategia de terror del DHS y las autoridades migratorias se plasma en campañas publicitarias en los países de origen de los inmigrantes instando a los que todavía están allí a no cruzar a Estados Unidos, y a los que están acá, a autodeportarse a través de la aplicación CBP Home.

El magnánimo Trump promete un pago de 1,000 dólares y el boleto de ida a quienes lo hagan, aunque dado su historia,l es poco probable que el inmigrante llegue a ver el pago. Aseguran que se lo darán una vez se confirme que están en su país de origen.

Los indocumentados que llevan toda una vida aportando miles de millones de dólares a la economía, a la fibra de este país, que trabajan en industrias clave, y que tienen hijos y nietos ciudadanos merecen legalizarse. No 1,000 dólares y un boleto de ida.

Además, según expertos legales citados en la prensa, la autodeportación puede resultar en que se activen prohibiciones de reingreso a Estados Unidos por años.

Un artículo de La Opinión cita a la inmigrante guatemalteca Mayra Todd resumiéndolo de este modo:

“Yo ya tengo una vida aquí. Ya no tengo a nadie en Guatemala. ¿Cómo puedo volver a empezar de nuevo con $1,000? Este presidente necesita un examen psicológico”. Y lo instó a legalizarlos: “Así podríamos trabajar y vivir sin miedo, en lugar de atacarnos. Él no quiere mirar todo el trabajo que hemos hecho”. (America’s Voice)

Trump Seeks Help from Undocumented Immigrants 

By Maribel Hastings

WASHINGTON, DC — It appears that President Donald Trump has been unable to deport the millions he promised during the early months of his administration, despite disregarding the due process rights of those affected. Now, he wants undocumented immigrants themselves to self-deport in order to fulfill his key campaign promise: the largest deportation operation the United States has ever seen.

The administration claims the measure is intended to reduce costs. But despite Trump’s disregard for due process—and his apparent belief that he is not bound by the Constitution—the government continues to carry out summary deportations and defies court orders to return individuals who were unlawfully deported. Still, the numbers have not met Trump’s expectations.

According to the Department of Homeland Security (DHS), 152,000 immigrants have been deported since Trump took office on January 20. That figure is lower than the 192,000 deported by President Biden during the same period in 2024.

This is why Trump’s administration has gone so far as to deport individuals who are legally authorized to be in the country, including those in the asylum process and students with visas who have voiced opposition to administration policies. In some cases, U.S. citizen children have been removed along with their undocumented parents. While technically a U.S. citizen cannot be deported, in practice, that is what has happened.

Additionally, the transfer of Venezuelans and Salvadorans to the controversial CECOT prison in El Salvador is being used as a deterrent to encourage more undocumented immigrants to self-deport.

Media outlets have reported cases of Venezuelans who, fearing detention in CECOT, have chosen to leave the U.S. with their families. The same is true for undocumented immigrants of other nationalities. Since the Trump administration often labels immigrants as “terrorists” or “gang members” without presenting evidence, many prefer to avoid the risk of ending up in a foreign prison with no chance of reuniting with their families.

This fear-based strategy by DHS and immigration authorities is also reflected in advertising campaigns targeting immigrants’ home countries, urging those still abroad not to cross into the United States—and encouraging those already in the country to self-deport using the CBP Home app.

President Trump has promised $1,000 and a one-way ticket to those who comply, but given his track record, it is unlikely that immigrants will ever see the money. The administration claims the payment will be issued once the individual’s return to their country of origin is confirmed.

Undocumented immigrants who have spent a lifetime contributing billions of dollars to the U.S. economy—working in key industries and raising citizen children and grandchildren—deserve legalization, not a $1,000 payout and a ticket out.

Moreover, according to legal experts cited in the media, self-deportation could trigger reentry bans lasting years.

An article in La Opinión quotes Guatemalan immigrant Mayra Todd summing it up this way:

“I already have a life here. I have no one left in Guatemala. How can I start over again with $1,000? This president needs a psychological evaluation.” She called on Trump to legalize immigrants instead: “That way we could work and live without fear, instead of being attacked. He doesn’t want to see all the work we’ve done.” (America’s Voice)