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El día en que Tulsa conoció el chamamé / The Day Tulsa Discovered Chamamé

Por Guillermo Rojas y Victoria Lis Marino

Tulsa, OK- El pasado sábado el teatro Belafonte presentó a Alejandro Brittes, un acordeonista argentino que junto a su trio encendió la noche Tulsana de la mano del chamamé. Se trata de un particular género musical argentino, oriundo de la provincia de Corrientes, que tiene la potencialidad de mover aún a quien no lo desea y contagia una energía difícil de frenar.

La Semana tuvo la oportunidad de dialogar con Alejandro Brittes después del show, quien aseguró que el chamamé es mucho más que un sonido musical, es la fusión de dos culturas milenarias, la europea y la guaraní. Y es un género que demuestra que el arte puede ser un vehículo de inclusión y diálogo ante la adversidad y el choque cultural. 

Luego de que Colon descubriera América, el territorio de la Mesopotamia Sudamericana, ocupado por partes de Argentina, Paraguay y Brasil fue entregado a misioneros jesuitas, que a inicios del período barroco buscaron evangelizar a los pueblos guaraníes por medio de la música. Por su parte, los guaraníes eran un pueblo muy musical, como afirma Brittes:  “Los guaraníes utilizaban la música para todo, para curar, para alabar a sus deidades, para bendecir la tierra. Cuando llegaron los jesuitas les ensenaron su música y a construir otros instrumentos y así nació el chamamé”. 

“El chamamé tiene entre líneas la conexión que tenemos con la tierra y el universo. De un lado los pueblos originarios con miles de años de historia, por otro lado, la música europea con sus otros miles de años de historia. Y ahí está el chamamé, en el medio. Es básicamente una herramienta para conectarnos más y sentirnos hermanos”, aseguró.

La abuela de Brittes era guaraní, y si bien él nunca aprendió la lengua, porque fue criado en Buenos Aires, la música de su gente se le caló hasta los huesos y le permitió concientizar su herencia. “Desde que tengo uso de razón mi canción de cuna era el chamamé, mis padres me llevaban en el moisés a los bailes cuando era un bebé. Y como mi papá era empresario y llevaba músicos del interior del país a Buenos aires a tocar, muchos paraban en mi casa y yo veía todo. Una vez a los cuatro años me enamoré de una gran acordeón blanca y desde ese día supe que iba a ser músico”, confesó.

Brittes y su trio, compuesto por el brasileño André Eli que toca una guitarra de siete cuerdas y su compatriota Carlos Decessaro en bajo, se encuentran realizando una gira por el centro de Estados Unidos durante todo el mes. Es la tercera vez que pisan territorio americano, y si bien son pioneros en su género están muy satisfechos con sus logros.

“Nos está yendo muy bien, traemos alegría, traemos historia con nuestros instrumentos y también traemos la herramienta en la que nos reconocemos todos, que es la música. Si bien todavía necesitamos la ayuda de traductores para transmitir nuestro mensaje porque no hablamos inglés, nos damos cuenta de que la gente adora lo que hacemos”, aseguró Brittes, agradeciendo al público Tulsano por su cálida recepción.

Antes de concluir su entrevista Brittes dejó un mensaje especial para la comunidad hispana de la ciudad. “Yo soy argentino y vivo en Brasil hace 15 años, un país que he aprendido a querer como si fuera mío. Amo la tierra que piso, donde duermo y donde crio a mi familia. Y aquí es lo mismo para ustedes. ¡A seguir creyendo!, trabajando y siendo parte del aquí, que es lo importante para ustedes y su familia”, recomendó. ¡Y a escuchar más chamamé, y recordar, que siempre, la fusión de culturas da los mejores frutos! (La Semana)

The Day Tulsa Discovered Chamamé

By Guillermo Rojas and Victoria Lis Marino | Tulsa, OK

This past Saturday, Belafonte welcomed Argentine accordionist Alejandro Brittes, who, with his trio, lit up the Tulsa night with the sounds of ‘chamamé.’ This unique Argentine musical genre, originally from the province of Corrientes, has the power to move even the most reluctant listener, radiating an energy that’s hard to resist.

La Semana had the opportunity to speak with Brittes after the show. He emphasized that chamamé is much more than just music—it is the fusion of two ancient cultures, European and Guaraní. It’s a genre that proves art can be a vehicle for inclusion and dialogue in the face of adversity and cultural clash.

Following Columbus’s arrival in the Americas, the South American Mesopotamia region—now parts of Argentina, Paraguay, and Brazil—was handed over to Jesuit missionaries. In the early Baroque period, they sought to evangelize the Guaraní people through music. The Guaraní, as Brittes explained, were already a deeply musical people:

“The Guaraní used music for everything—to heal, to praise their deities, to bless the land. When the Jesuits arrived, they taught them their music and how to build new instruments. That’s how ‘chamamé’ was born.”

“There’s a deeper connection in chamamé, a link to the earth and the universe,” Brittes continued. “On one side, Indigenous peoples with thousands of years of history. On the other, European music with its own long tradition. And chamamé is right in the middle. It’s basically a tool to help us connect and feel like brothers.”

Brittes’s grandmother was Guaraní, and while he never learned the language—having been raised in Buenos Aires—the music of his people left a lasting impression.

“For as long as I can remember, my lullaby was chamamé. My parents would take me in my cradle to dances when I was a baby. My father was a businessman who brought musicians from the countryside to Buenos Aires to perform, and many stayed at our house. I saw it all. When I was four, I fell in love with a big white accordion, and from that day I knew I would be a musician,” he recalled.

Brittes and his trio—featuring Brazilian André Eli on seven-string guitar and fellow Argentine Carlos Decessaro on bass—are currently on tour across the central United States for the month. This is their third time performing in the U.S., and though they are pioneers in their genre, they are proud of their progress.

“Things are going very well. We bring joy, we bring history through our instruments, and we bring the one tool we all share—music. Even though we still need translators to convey our message because we don’t speak English, we can tell people love what we do,” Brittes said, expressing gratitude to the Tulsa audience for their warm reception.

Before ending the interview, Brittes shared a heartfelt message for Tulsa’s Hispanic community:

“I’m Argentine and I’ve lived in Brazil for 15 years—a country I’ve come to love as my own. I love the land I walk on, where I sleep, where I raise my family. And it’s the same here for all of you. Keep believing, keep working, and be part of the here and now—that’s what matters for you and your family. And listen to more chamamé! Remember, the fusion of cultures always bears the best fruits.” (La Semana)