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Trump vs. Biden, una revancha con serias consecuencias / Trump vs. Biden, A Rematch with Serious Consequences

By Maribel Hastings | WASHINGTON, DC

El Supermartes colocó a Donald Trump a pasos de oficializar la nominación presidencial republicana aunque para efectos prácticos sabemos que será el abanderado, a menos que fuerzas mayores lo impidan.

Lo cual me lleva nuevamente a plantear que nada de esto es normal. Por segunda vez Trump competirá y quién sabe si ganará la presidencia. Un hombre que enfrenta 91 cargos que emanan de cuatro casos en su contra, que lideró una revuelta el 6 de enero de 2021 para intentar robarse la elección 2020, que ha dicho que quiere ser dictador y perseguir a sus enemigos políticos, que promete deportaciones masivas y campos de detención de inmigrantes, y que echa mano del racismo y los prejuicios para pintar a todos los inmigrantes como criminales por las acciones de unos cuantos.

Y en esta especie de universo paralelo donde estamos, ninguno de estos asuntos lo descalifica ante los ojos de su hipnotizada base MAGA, o de los temerosos líderes republicanos que siguen las órdenes del indiscutible líder de un Partido Republicano convertido en un culto a la figura de Trump.

Líderes republicanos del Congreso bloquearon la ayuda a Ucrania, Israel y Taiwán argumentando que se requerían duras medidas migratorias para controlar la frontera y cuando por fin consiguen que los demócratas doblen las manos y les concedan lo que pidieron, pese a minar de las leyes de asilo, cambian de opinión porque Trump no quiere solucionar el problema sino exprimirlo en la campaña presidencial.

Y vaya si lo ha explotado. El pasado jueves en la frontera utilizó el vil asesinato de la estudiante de enfermería Laken Riley en Georgia, por el cual se responsabiliza a un indocumentado venezolano, para pintar a todos los inmigrantes con la misma brocha de criminales. El responsable merece el peor castigo por sus deplorables actos. Pero no se puede juzgar a toda una comunidad por los actos de unos cuantos. Es como culpar a todos los anglosajones por los crímenes violentos que hayan cometido algunos hombres blancos. Diversos estudios concluyen que los inmigrantes no cometen más crímenes que los nacidos aquí.

Pero para Trump no se trata de ofrecer datos sino de sembrar temor y explotar el prejuicio que él ha convertido en una poderosa arma electoral al grado de ganar la elección de 2016 con el libreto de pintar a los inmigrantes como criminales. Anoche, tras barrer en las primarias, declaró que las “fronteras abiertas destruirán nuestro país”.

Sabemos el giro que tomará este tema en la cruenta campaña presidencial que se avecina que una vez más elevará y normalizará teorías conspirativas de supremacistas blancos pues después de todo, son esgrimidas por un expresidente que quiere volver a serlo con el aval de sus líderes republicanos, de una base extremista y de otros sectores electorales que por alguna razón apoyan o consideran apoyar a una figura como Trump.

Lo preocupante es la respuesta de los demócratas porque han cedido a las presiones republicanas. Hablan del lenguaje migratorio del plan de ayuda Ucrania como si fuera algo positivo y beneficioso para la comunidad inmigrante y los solicitantes de asilo.

Contrario a 2020, cuando Biden condenó las políticas migratorias del expresidente Trump y defendió una reforma migratoria con vía a la legalización, ahora la crisis en la frontera y en ciudades demócratas que albergan a miles de refugiados lo han colocado contra las cuerdas y la salida más simple es competir con Trump por ver quién es el más duro en inmigración.

La eventual contienda Biden-Trump ofrece dos visiones muy diferentes de lo que Estados Unidos es y aspira a ser. Trump ofrece una visión apocalíptica matizada de prejuicio, venganza y caos. Biden dice aspirar a una sociedad incluyente, equitativa y justa. En su visión los inmigrantes no deberían ser corderos de sacrificio con fines políticos. (America’s Voice)

Trump vs. Biden, A Rematch with Serious Consequences

By Maribel Hastings | WASHINGTON, DC

Super Tuesday placed Donald Trump steps away from officially securing the Republican presidential nomination, although for all practical purposes, we know he will be the candidate, unless unforeseen forces prevent it.

This leads me again to state that none of this is normal. For the second time, Trump will compete, and who knows if he will win the presidency. A man facing 91 charges stemming from four cases against him, who led a revolt on January 6, 2021, to try to steal the 2020 election, who has said he wants to be a dictator and pursue his political enemies, who promises massive deportations and immigrant detention camps, and who resorts to racism and prejudice to paint all immigrants as criminals because of the actions of a few.

And in this kind of parallel universe where we are, none of these issues disqualify him in the eyes of his mesmerized MAGA base, or the fearful Republican leaders who follow the orders of the undisputed leader of a Republican Party turned into a cult of Trump’s persona.

Republican leaders in Congress blocked aid to Ukraine, Israel, and Taiwan, arguing that tough immigration measures were needed to control the border, and when they finally get the Democrats to cave and grant them what they asked for, despite undermining asylum laws, they change their minds because Trump doesn’t want to solve the problem but to exploit it in the presidential campaign.

And exploit it he has. Last Thursday at the border, he used the vile murder of nursing student Laken Riley in Georgia, for which an undocumented Venezuelan is blamed, to paint all immigrants with the same brush of criminals. The responsible deserves the worst punishment for his deplorable acts. But one cannot judge an entire community by the acts of a few. It’s like blaming all Anglo-Saxons for the violent crimes committed by some white men. Various studies conclude that immigrants do not commit more crimes than those born here.

But for Trump, it’s not about offering data but about sowing fear and exploiting the prejudice he has turned into a powerful electoral weapon to the extent of winning the 2016 election with the script of painting immigrants as criminals. Last night, after sweeping the primaries, he declared that “open borders will destroy our country.”

We know the direction this issue will take in the bloody presidential campaign that looms, which will once again elevate and normalize white supremacist conspiracy theories because, after all, they are wielded by a former president who wants to return with the endorsement of his Republican leaders, an extremist base, and other electoral sectors that for some reason support or consider supporting a figure like Trump.

What is worrisome is the response of the Democrats because they have yielded to Republican pressures. They speak of the immigration language of the Ukraine aid plan as if it were something positive and beneficial for the immigrant community and asylum seekers.

Contrary to 2020, when Biden condemned the immigration policies of former President Trump and defended an immigration reform with a path to legalization, now the crisis at the border and in Democrat cities that host thousands of refugees has put him against the ropes, and the simplest way out is to compete with Trump to see who can be tougher on immigration.

The eventual Biden-Trump contest offers two very different visions of what the United States is and aspires to be. Trump offers an apocalyptic vision tinged with prejudice, revenge, and chaos. Biden says he aspires to an inclusive, equitable, and just society. In his vision, immigrants should not be sacrificial lambs for political purposes. (America’s Voice)