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La metamorfosis de Joe Biden en migración / Joe Biden’s Metamorphosis on Immigration

Por José López Zamorano | Para La Red Hispana

Permítame hacerle una pregunta: ¿Cuál de los dos candidatos presidenciales, Donald Trump o Joe Biden, apoya sellar la frontera con México para impedir el acceso de indocumentados? 

Hasta hace una semana, la respuesta era obvia: Donald Trump. El ex presidente ha convertido a los inmigrantes indocumentados en el chivo expiatorio de sus nuevas aspiraciones presidenciales, con políticas duras contra los migrantes para cortejar a su núcleo de simpatizantes conservadores. 

Pero el fin de semana pasado ocurrió algo que hubiera sido impensable en 2020: la metamorfosis de Joe Biden en el tema migratorio. 

De manera sorpresiva, Biden se comprometió a sellar la frontera con México, si el número de llegada de migrantes indocumentados, es abrumador. 

Bajo los términos de la iniciativa de ley que se negocia en el Senado, eso significa la llegada de más de 5,000 personas al día en promedio durante el lapso de una semana. La propuesta incluye acelerar el proceso de asilo y de expedición de permisos de trabajo.

Su decisión es un estudio de caso sobre la conveniencia política en año electoral. 

Consciente que la crisis en la frontera –que ha incluido una llegada récord de personas indocumentada– es su mayor vulnerabilidad electoral, Biden le dio la espalda a sus promesas del 2020. 

Sólo en el mes de diciembre se registraron casi 250,000 cruces ilegales de indocumentados. En algunos días, la cifra rebasa la marca de las 10,000 personas.  Desde cualquier punto de vista, aún desde una perspectiva humanitaria, se trata de una situación insostenible. 

Ni existen los recursos para procesar apropiadamente a esos migrantes, ni las instalaciones para albergarlos, ni la disposición de otros países para aceptarlos de vuelta a todos. 

Pero la solución no es más restricciones, sino más recursos para racionalizar el proceso migratorio y establecer regulaciones sensibles de acuerdo con la capacidad de absorción de los Estados Unidos e invertir fondos para el desarrollo en los países expulsores. 

La decisión de Biden es una apuesta política de alto riesgo. Su cortejo a quienes preocupa la crisis migratoria puede también distanciar a sus bases más progresistas, que ya se encuentran poco entusiasmadas en apoyar a Biden por sus políticas en el conflicto entre Israel y Hamas. 

Los republicanos tampoco ganan un concurso de congruencia. Después de meses de argumentar que se necesita aprobar la dura iniciativa HR2 para resolver la crisis en la frontera, ahora sostiene que Biden no necesita nuevas autoridades legales. 

Detrás de la decisión de los republicanos de la Cámara de Representantes de boicotear el acuerdo bipartidista del Senado está la mano de Donald Trump, quien públicamente ha pedido no apoyar ese acuerdo porque no quiere darle a Biden ninguna victoria en año electoral. 

De ese tamaño es nuestra clase política. Que nadie se asombre cuando las encuestas confirmen que las instituciones de la república gozan de un sano déficit de credibilidad y que el abstencionismo se convierta en la nueva normalidad de la vida política del país. (Red Hispana)

Joe Biden durante una visita a la frontera con México en El Paso, Texas, el 8 de enero de 2023. © Jim Watson, AFP

Joe Biden’s Metamorphosis on Immigration

By José López Zamorano

Allow me to ask you a question: Which of the two presidential candidates, Donald Trump or Joe Biden, supports sealing the border with Mexico to prevent the entry of undocumented individuals? 

Up until a week ago, the answer was obvious: Donald Trump. The former president has made undocumented immigrants the scapegoat for his new presidential aspirations, with tough policies against migrants to court his conservative supporter base. 

However, something unthinkable in 2020 occurred last weekend: Joe Biden’s metamorphosis on immigration. Suddenly, Biden committed to sealing the border with Mexico if the number of arriving undocumented migrants is overwhelming. 

Under the terms of the bill being negotiated in the Senate, this means the arrival of more than 5,000 people per day on average over the span of a week. The proposal includes speeding up the asylum process and the issuance of work permits. His decision is a case study on political expediency in an election year. Aware that the crisis at the border—which has included a record arrival of undocumented individuals—is his greatest electoral vulnerability, Biden has turned his back on his 2020 promises. 

In December alone, nearly 250,000 illegal crossings of undocumented individuals were recorded. On some days, the figure exceeds the 10,000-person mark. From any perspective, even from a humanitarian viewpoint, this is an unsustainable situation. There are neither the resources to properly process these migrants nor the facilities to house them, nor the willingness of other countries to accept them all back. But the solution is not more restrictions, but more resources to rationalize the immigration process and establish sensible regulations according to the United States’ absorption capacity and invest funds for development in the sending countries. 

Biden’s decision is a high-risk political gamble. His courtship of those concerned about the immigration crisis may also distance his more progressive base, which is already lukewarm in supporting Biden due to his policies in the conflict between Israel and Hamas. Republicans do not win a congruency contest either. 

After months of arguing that the tough HR2 initiative needs to be passed to resolve the crisis at the border, they now maintain that Biden does not need new legal authorities. Behind the Republicans’ decision in the House of Representatives to boycott the bipartisan Senate agreement is the hand of Donald Trump, who has publicly asked not to support that agreement because he does not want to give Biden any victory in an election year. 

Such is the size of our political class. Let no one be surprised when polls confirm that the institutions of the republic enjoy a healthy deficit of credibility and that abstentionism becomes the new normal in the country’s political life. (The Hispanic Network)