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Letras violentas en la música mexicana / Controversy over violent imagery plagues Mexican popular music

Foto: Ryan Castro y Peso Pluma quienes protagonizan la canción ‘Quema’. EFE/Misael Becerra

Por William R. Wynn y La Semana | TULSA, OK

La música está pensada para entretener, e incluso para inspirar, pero ¿qué ocurre cuando una canción inspira violencia contra las mujeres o glorifica el consumo de drogas? Esta es una cuestión con la que las autoridades mexicanas llevan décadas lidiando y que ha vuelto a la palestra en los últimos meses con la promulgación de nuevas leyes que reprimen los mensajes violentos en el estado mexicano de Tijuana y en otros lugares.

En el centro de la controversia están las canciones conocidas como narcocorridos, que describen la vida de los miembros de los cárteles de la droga en términos a menudo simpáticos e incluso admirativos. Estas canciones hablan de un problema muy real en las vidas de demasiados mexicanos -a ambos lados de la frontera-, pero además de retratar positivamente a narcos como los miembros del famoso cártel Guzmán, los narcocorridos pueden tener consecuencias no deseadas para los propios cantantes. A veces, a los protagonistas de las canciones no les gustan los retratos, y otras veces a las bandas rivales no les gusta que sus competidores reciban publicidad gratuita, algo que la mega estrella mexicana Peso Pluma, que ha construido su carrera alabando al cártel de Sinaloa, aprendió de primera mano. El Washington Post informó de lo sucedido justo antes de uno de los conciertos programados por Peso Pluma en Tijuana:

“En septiembre, cuatro pancartas aparecieron simultáneamente en diferentes partes de la ciudad, advirtiendo al cantante que el 14 de octubre sería su [de Peso Pluma] última actuación si se atrevía a aventurarse en Tijuana. Ese mismo mes, otra banda, Fuerza Regida, canceló su concierto del 6 de octubre después de que apareciera otra pancarta amenazadora”.

Estos fueron algunos de los muchos incidentes que, en noviembre del año pasado, llevaron al ayuntamiento de Tijuana a aprobar por unanimidad una ley que restringe la interpretación de música que pueda generar violencia. La ley impone fuertes multas a cualquier artista que “transmita, exhiba, cante o reproduzca música, vídeos, imágenes o cualquier otra cosa similar que promueva la cultura de la violencia o haga apología del delito o de los autores de actos ilícitos en una actuación en directo”.

Pero no es sólo la glorificación del narcotráfico lo que preocupa en muchas letras de canciones populares. La denigración de la mujer es otro problema muy real.

En los últimos tiempos, algunas canciones de la música latinoamericana, incluidas las populares en México, han sido objeto de escrutinio por su contenido. Canciones como “Unas Nalgadas” de Alejandro Fernández, “Revenge” de Nicki Nicole y “La Planta” de Caos han sido señaladas por sus mensajes explícitos y potencialmente dañinos.

“Unas Nalgadas” de Alejandro Fernández, por ejemplo, contiene versos que reflejan el abuso físico y emocional en una relación disfuncional. La letra sugiere la violencia como respuesta a la infidelidad y describe acciones que normalizan la violencia contra las mujeres.

Se ha interpretado que “Revenge” de Nicki Nicole retrata la violencia física y psicológica ejercida por un hombre contra una mujer. La letra es explícita y describe un escenario de venganza contra una pareja maltratadora.

“La Planta” de Caos es otro ejemplo en el que la letra ataca a una mujer por estar con varios hombres, utilizando términos despectivos y mostrando violencia psicológica.

Estos ejemplos ponen de relieve la importancia de ser conscientes de los mensajes que transmite la música popular y el impacto potencial que pueden tener en las actitudes sociales hacia la violencia y las relaciones de género.

La ciudad de Chihuahua (México) ha tomado medidas legislativas contra este tipo de música. El ayuntamiento prohibió a los artistas que cantaran letras que promovieran la “denigración, discriminación, marginación o exclusión” de las mujeres en eventos musicales públicos. Esta prohibición va dirigida a las canciones que puedan exaltar actitudes violentas y sexistas, y los infractores podrían enfrentarse a importantes multas. La medida llega en medio de la preocupación por el aumento de la violencia contra las mujeres en la región. Aunque algunos críticos sostienen que esta prohibición podría considerarse inconstitucional o una forma de censura, sus defensores creen que es un paso necesario para abordar la violencia de género. La realidad es que, incluso si este tipo de prohibiciones entran en vigor en los esfuerzos de los estados mexicanos y los municipios, los obstáculos imposibles siguen siendo en los Estados Unidos, y el control de lo que está en Internet es otro desafío por completo. (La Semana)

La banda de regional mexicano sigue siendo popular en las fiestas y reuniones, a pesar de su contenido explícito (Grupo Marrano)

Controversy over violent imagery plagues Mexican popular music

By William R. Wynn and La Semana staff | TULSA, OK

Music is intended to entertain, and even to inspire, but what happens when a song inspires violence against women or glorifies drug use? This is a question with which Mexican authorities have been grappling for decades, and which has reentered the spotlight in recent months with new laws cracking down on violent messages being enacted in the Mexican state of Tijuana and elsewhere.

At the heart of the controversy are songs known as narcocorridos, which portray the lives of deadly cartel members in terms that are often sympathetic or even admiring. These songs have speak to a very real issue in the lives of far too many Mexicans – on both sides of the border – but in addition to portraying narcos such as members of the notorious Guzman in a positive light, narcocorridos can have untended consequences for the singers themselves. Sometimes the subjects of the songs don’t like the portrayals, and other times rival gangs don’t like their competitors receiving free publicity, something Mexican megastar Peso Pluma, who has built his career praising the Sinaloa cartel, learned first-hand. The Washington Post reported what happened just before one of Peso Pluma’s scheduled concerts in Tijuana:

“In September, four banners appeared simultaneously in different parts of the city, warning the singer that Oct. 14 would be his [Peso Pluma’s] last performance if he dared to venture into Tijuana. Later that month, another band, Fuerza Regida, canceled its Oct. 6 concert after yet another menacing banner was found.”

These were among the many incidents that, in November of last year, prompted Tijuana’s city council to unanimously pass a law restricting the performance of music that can lead to violence. The law levies heavy fines against any performer who “transmits, exhibits, sings or reproduces music, videos, images or any other similar thing that promotes the culture of violence or makes apologies for crime or for the authors of illegal acts in a live performance.”

But it isn’t just the glorification of the drug trade that is of concern in many popular song lyrics. The denigration of women is another very real problem.

In recent times, some songs in Latin American music, including those popular in Mexico, have come under scrutiny for their content. Songs such as “Unas Nalgadas” by Alejandro Fernández, “Revenge” by Nicki Nicole, and “La Planta” by Caos have been noted for their explicit and potentially harmful messages.

“Unas Nalgadas” by Alejandro Fernández, for example, contains verses that reflect physical and emotional abuse in a dysfunctional relationship. The lyrics suggest violence as a response to unfaithfulness and describe actions that normalize violence against women.

Nicki Nicole’s “Revenge” has been interpreted as portraying the physical and psychological violence exercised by a man against a woman. The lyrics are explicit and depict a scenario of retribution against an abusive partner.

“La Planta” by Caos is another example where the lyrics attack a woman for being with multiple men, using derogatory terms and showcasing psychological violence.

These examples highlight the importance of being aware of the messages conveyed in popular music and the potential impact they can have on societal attitudes towards violence and gender relations.

The city of Chihuahua in Mexico has taken legislative action against such music. The city council banned artists from singing lyrics that promote the “denigration, discrimination, marginalization or exclusion” of women at public music events. This ban targets songs that might glorify violent and sexist attitudes, and violators could face significant fines. The move comes amid concerns over increasing violence against women in the region. While some critics argue that such a ban could be seen as unconstitutional or a form of censorship, proponents believe it is a necessary step in addressing gender-based violence. The reality is, even if these sorts of bans take effect in patchwork efforts by Mexican states and municipalities, impossible hurdles remain in the United States, and controlling what’s on the internet is another challenge altogether. (La Semana)